Revolución del shale en petróleo y gas
Luis E. Giusti - La actual demanda energética global es de 255 millones de barriles por día de petróleo equivalente (petróleo y gas), de la cual el 35% es cubierta por petróleo, el 30% por carbón y el 25% por gas natural. En otras palabras, el 90% de la energía primaria proviene de combustibles fósiles.
Del 10% restante, el 5% corresponde a hidroelectricidad, el 3% a energía nuclear y el 2% a fuentes renovables. La conclusión inmediata es que no obstante el interés general de reemplazar los combustibles fósiles por fuentes renovables, motivado por preocupaciones ambientales, en especial calentamiento global, los combustibles fósiles predominarán por muchas décadas más. Eso constituye un importante “telón de fondo” para poner en una perspectiva responsable la evolución de los renovables y rechazar el argumento excluyente de “una cosa o la otra; los sucios fósiles o los limpios renovables”, originado entre los grupos ambientalistas radicales.
Es necesaria la aceptación general de que la protección del ambiente es responsabilidad de todas las naciones y todos los individuos, pero es de superlativa importancia abordar el asunto de manera responsable, planteando un balance apropiado y factible entre las diversas fuentes de energía para asegurar el suministro energético necesario con el daño ambiental mínimo posible.
En 1997, cuando USA decidió no ratificar el Protocolo de Kioto, el mundo encontró un chivo expiatorio: George W. Bush. El presidente anunció públicamente la posición de su país, alegando que no podría cumplir con los exigentes objetivos vinculantes del protocolo. Pero un hecho menos conocido es que, con dos excepciones, ningún otro de los países suscriptores podría cumplir.
Las excepciones eran el Reino Unido —porque desde hacía tiempo estaba adelantando un programa masivo de cambio a gas natural— y Japón —por su prolongado estancamiento económico que evitaba aumentos de emisiones—. A lo largo de los años hemos visto las promesas del protocolo derrumbarse, con la mayoría de los 37 países con objetivos vinculantes afirmando que se retirarán del protocolo y/o no suscribirán la enmienda de su segunda vuelta. En 2012 Canadá se retiró. ¿Acaso por eso hay que descalificar y rechazar los esfuerzos del proyecto? La respuesta es categóricamente ¡NO! Pero la evolución del protocolo debe servir como punto de reflexión en busca del balance adecuado mencionado en el párrafo anterior.
Resulta entonces muy claro que el petróleo continuará su predominio, especialmente en el sector de transporte. Atrás quedaron las discusiones del pico petrolero. El trabajo de Richard Nehring cotejando la historia de producción de las dos cuencas más grandes de EE.UU., el Valle de San Joaquín y el Permian Basin, demostró como el modelo de Hubbert (el pronosticador del pico) se quedaba inmensamente corto en la producción. Al igual que Malthus, los modelos de Jay Forrester y el Club de Roma, Hubbert no alcanzó a vislumbrar el impacto del ingenio humano y la evolución tecnológica. De hecho, la nueva sísmica, los nuevos registros de pozos y las nuevas tecnologías de perforación profunda expusieron el hecho de que la “exitosa” predicción de Hubbert del pico en EE.UU. habría sido el resultado de una simple convergencia de circunstancias.
Sus discípulos Colin Campbell, Jean La Herrere y William Deffeyes pronosticaron otro pico mundial para 2012 que tampoco se cumplió. Por su parte, el profesor Maury Adelman, del MIT, pensador de la escuela de la cornucopia, lo puso magistralmente cuando afirmó: “Para conocer las reservas finales tendríamos que tener el conocimiento final, y nadie puede presumir que lo tiene”.
Fuente: ELESPECTADOR.COM
Revolución del shale en petróleo y gas
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9/30/2013
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