Brasil busca concretar el anhelo de la independencia energética
En caso de confirmarse las mejores expectativas acerca de las potencialidades de los yacimientos en la camada del pre-sal, en la que el campo de Libra, en la cuenca de Santos, se tornó un símbolo de la futura independencia energética del país, Brasil habrá alcanzado un nivel de seguridad poco común en esa área -y atributos adicionales para fortalecer sus posiciones en el juego geopolítico global, en el que el petróleo constituye una carta relevante, tanto para quién la tiene como para quién, sin ella, tiene que amoldarse a ineluctables insuficiencias.
El mapa global del petróleo atraviesa un momento particular. Con los precios en niveles históricamente altos, proyectos de explotación que estaban encajonados se tornaron viables en los últimos años. El resultado es el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento de la oferta a nivel mundial, con consecuencias diversas, que contribuirán a reconfigurar el sector. Países con grandes posibilidades de explotar petróleo de varias maneras, como Brasil con la camada del pre-sal, ganan fuerza en la escena global.
Mientras tanto, la relevancia de productores tradicionales, como los países de Medio Oriente, tiende a caer, principalmente para América del Norte y Europa. Estados Unidos, por ejemplo, es uno de los principales clientes de la región, pero comienza a reducir su dependencia externa con el aumento de la producción doméstica, principalmente de gas.
En la mesa en la que los países juegan el juego de la seguridad energética, la suma cero no es un resultado poco frecuente en temas económicos, de defensa, de supervivencia de regímenes y, no es raro, que sea todo eso al mismo tiempo.
Las ecuaciones con las que se administran los intereses, sean cuales fueran, y respectivas variables, son innumerables. Sin embargo, ahora y desde hace bastante tiempo, incluso antes de conocerse las buenas previsiones sobre producción del pre-sal en el yacimiento de Libra -entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo-puede verse a Brasil ejercitando los músculos por el petróleo en los movimiento de una política externa que analistas consideran privilegiada: es un triunfo el grado de flexibilidad de acción del país, que no estaría al alcance de otros actores en la mesa de la geopolítica.
China e India serían casos de "players" de cierta manera incómodos por insuficiencias en materia de disponibilidad energética, que Brasil está superando con inventiva y correspondientes ganancias de autonomía en política externa - por ejemplo, en las posiciones que asume en relación a Irán y cuando mantiene en suspenso a proveedores de aviones militares europeos y estadounidenses. No es difícil percibir las triangulaciones de intereses en las que juega Brasil, o podrá jugar en el futuro, partidas geopolíticas en las que debe interactuar con interlocutores que no están exactamente dispuestos a mantener un diálogo entre ellos.
Para Ciro Marques Reis, doctor en geografía por la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UFRJ) que participa en el Grupo de Investigación GeoBrasil, "en un primer momento, el hallazgo de los enormes yacimientos de petróleo en la camada pre-sal del litoral brasileño se vio como una especie de billete premiado, que le permitiría al país entrar en un grupo selecto de países con capacidad de negociación política y comercial basada en la condición de detentor de grandes reservas de petróleo".
Sin embargo, en los mejores escenarios futuros, que Marques Reis diseña como eventualidades que podrán plasmarse en 2030 o 2040, posiblemente Brasil todavía no produzca petróleo suficiente para tornarse un exportador líquido de peso, y subir nuevos escalones en el ranking de relevancia global. Pero según Marques Reis no existen dudas de que, en términos de seguridad energética y de cierto blindaje contra movimientos inesperados del mercado mundial de crudo, el pre-sal agrega valor a una ya importante posición geopolítica de Brasil, principalmente en América del Sur.
La demora de varios años para la realización de la primera licitación del pre-sal bajo la regla de reparto -que ocurrió el lunes-- abrió un paréntesis en la regularidad del camino de fortalecimiento del perfil geopolítico del país. Razones de política interna pesaron bastante, en la decisión de cambiar el sistema y, después, durante el debate que antecedió la nueva normativa. Sin embargo, es un hecho que se estaba escribiendo un capítulo nuevo en la historia de la administración de los intereses brasileños en temas esenciales de economía política y orientación del desarrollo. La geopolítica práctica condensa movimientos domésticos y externos, en constante reacomodamiento de mutuas influencias.
En este mismo proceso, se exhibían para públicos externos nuevas referencias elegidas para el ejercicio del juego geopolítico, que comienzan a probarse, en su acierto y relevancia, a partir de la propia subasta de los yacimientos del campo de Libra.
Se cuestionó y todavía se cuestiona, la necesidad, desde el punto de vista económico, de un nuevo marco regulatorio. El régimen de reparto, como sustituto del de concesión. En este, la empresa operadora paga de antemano un monto fijo al Estado, que se apropia de todos los ingresos generados después. En el de reparto, los ingresos se dividen entre la empresa ganadora (en una licitación en la que el precio es un porcentaje de los ingresos generados) y el Estado, que detenta derechos parciales de accionista.
El economista Samuel Pessôa, profesor de pos-graduación de la Fundación Getulio Vargas (FGV), está entre los críticos. Recordó que, de acuerdo a la argumentación del gobierno, el cambio de marco regulatorio serviría para aumentar los ingresos públicos, porque el riesgo geológico había caído. Lo que significa que el campo de Libra tiene un inmenso depósito de petróleo de buena calidad. El primer objetivo habría sido facilitar la coordinación, por parte de Petrobras, de una política de sustitución de importaciones en el sector petrolero, particularmente en el segmento de bienes de capital, dijo Pessôa.
Su contra-argumento: la base de recaudación será la misma y la industria del petróleo brasileño era pujante con el régimen de concesión. "Ese no era un grave problema, como para frenar un sector que andaba muy bien". Para Pessôa, el costo político y financiero de la alteración no justifica la adopción del modelo de reparto. Con la demora en la definición del nuevo sistema -siete años, desde el descubrimiento del pre-sal-y ahora, apenas comienza el trazado de la explotación concreta en el campo de Libra, surgieron otras fuentes de producción.
Rubens Barbosa, embajador de Brasil en Washington durante el gobierno del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, observó que Estados Unidos llevó adelante una monumental inversión a partir de 2003, a pesar de las dificultades iniciales relacionadas con protestas de ambientalistas, en el denominado gas de esquisto, en una acción vinculada a la perspectiva de reindustrialización del país, lo que demandaría más energía disponible.
En 2015, Estados Unidos superará a Rusia y se tornará el mayor productor de gas natural del mundo. Hasta 2017, desbancará a Arabia Saudita y pasará a ser exportador líquido de combustibles en 2025. Un dato que se agrega a otros muy positivos. Su PBI de u$s 15 billones y el poderío político correspondiente, aunque un poco relativizado en la etapa de ascenso de China en el escenario internacional.
Pero China está en la mesa del juego geopolítico como gran consumidora-importadora de petróleo. Aunque no es pequeño, de todos modos, su propio poder. Sus reservas en moneda extranjera rondan los u$s 3,5 billones, que alimentan un fondo soberano de inversiones, mundo afuera, que a finales del año pasado llegaba a cerca de los u$s 600.000 millones, una parte considerable colocado en asociaciones en el sector de petróleo, como las que los chinos pretenden establecer en Brasil, siguiendo lo que hacen con especial empeño en África.
Ese es un buen ejemplo de la triangulación de intereses que la carta petrolera y la flexibilidad de movimientos en el escenario internacional garantizan a Brasil.
La caída de Medio Oriente en el mercado de petróleo y el ascenso de las Américas, que tienen como eje productor a Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela y Brasil, es evidente. Por el lado consumidor, China pasó a ser un "player" fundamental y Japón podrá en breve entrar en esa lista. Naturalmente, el curso que tome la economía mundial, que enfrenta desdoblamientos de la crisis expuesta en 2007/2008, encierra factores determinantes tanto sobre la demanda de petróleo como de sus oscilaciones de precio. ¿En ese contexto de perspectivas no propiamente claras, qué importancia efectiva, desde un punto de vista geopolítico, tendrá Brasil con las potencialidades del pre-sal?
Para el diplomático Paulo Roberto Almeida, estudioso de relaciones internacionales, la incertidumbre vinculada al costo de producción y a la tecnología necesaria para la explotación no permiten decir que el país ganará un grado de prominencia global como participante del G-20 y de otros foros internacionales.
Samuel Feldberg, coordinador de estudios sobre Medio Oriente del Grupo de Seguimiento de la Coyuntura Internacional de la Universidad de San Pablo, piensa de manera similar. Cree que el pre-sal no tiene importancia en términos políticos porque ni siquiera comenzó la explotación en el yacimiento y no hay certezas sobre cómo será la matriz energética en el futuro, cuando la producción comenzará a fluir.
La identidad petrolera que proyecta hoy Brasil en el mundo viene construyéndose por caminos que no siempre son rectos ni a un paso constante. Hasta comienzos de la década del setenta, el modelo de explotación fue genuinamente nacional. La flexibilización del monopolio de Petrobras comenzó con el entonces presidente Ernesto Geisel. "Vio que era imposible mantener el nivel de inversión necesaria para el crecimiento del sector", señala Barbosa.
Geisel fortaleció a Petrobras, empresa que había presidido, creando los contratos de riesgo de explotación de petróleo en 1976, que permitieron la asociación de la estatal con empresas extranjeras. Llevó a Petrobras a la petroquímica, al comercio externo y a la venta minorista en las estaciones de servicio.
El gobierno de Fernando Henrique Cardoso dio otro paso en dirección a la flexibilización. Durante su gestión, se creó el modelo de concesión. "Ese cambio no fue aislado, vino dentro de un esfuerzo para modernizar el país", señala Barbosa.
Para Almeida, Cardoso "aprovechó un momento único en la historia de Brasil: una coalición reformista dentro de una enorme crisis inflacionaria, que permitió hacer algunas reformas absolutamente necesarias para la economía y la política del país: la crisis favoreció la aprobación de diversas medidas, constitucionales e infra-constitucionales".
Los pilares de los cambios fueron la apertura de la economía al capital externo --que inició el gobierno de Fernando Collor de Mello--, la privatización de las empresas controladas por el Estado, la quiebra de los monopolios estatales, el alejamiento del Estado de la regulación económica y la modificación del concepto de empresa nacional.
Con el compromiso de que Petrobras no sería privatizada, Cardoso consiguió promulgar la ley 9.478, el 6 de agosto de 1997, que reafirmaba el monopolio del Estado sobre los depósitos de petróleo, gas natural y otros hidrocarburos, pero abría el mercado para que empresas privadas compitieran con Petrobras. Se crearon los dos nuevos agentes que actuarían en el sector: el Consejo Nacional de Política Energética (CNPE), con la tarea de proponer políticas nacionales y medidas específicas para esa área, y la Agencia Nacional de Petróleo (ANP), organismo regulador de la industria.
El modelo de concesión tuvo vigencia hasta el hallazgo del pre-sal, en 2006, cuya mayor área de acumulación es la de Libra, con reservas calculadas entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, incluyendo gas natural. Cuatro años después, el Congreso aprobó y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva promulgó la ley 12.351, sobre el nuevo régimen regulatorio para el pre-sal, el contrato de reparto de la producción.
El hallazgo del yacimiento de Libra pretende terminar con el desacople entre producción y consumo en el país. Brasil, que produce 1,98 millones de barriles de petróleo por día, nunca fue autosuficiente en la producción de derivados, aunque técnicamente Petrobras lo anunció en 2006. Fue porque ese año la producción de petróleo igualó al consumo (igualar o superar significa "autosuficiencia volumétrica" en la metodología de la empresa). Entre 2007 y 2012, el consumo de derivados creció con más fuerza. Según datos de la ANP, la dependencia externa promedio de la nafta es de 13%, mientras la de gasoil es de 15% y la de gas natural y querosén de aviación es de 20%. La cuenta petróleo de la balanza comercial es deficitaria (u$s 9.900 millones en 2012, de los cuales u$s 9.100 millones en derivados)
Fuente: CRONISTA.COM
El mapa global del petróleo atraviesa un momento particular. Con los precios en niveles históricamente altos, proyectos de explotación que estaban encajonados se tornaron viables en los últimos años. El resultado es el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento de la oferta a nivel mundial, con consecuencias diversas, que contribuirán a reconfigurar el sector. Países con grandes posibilidades de explotar petróleo de varias maneras, como Brasil con la camada del pre-sal, ganan fuerza en la escena global.
Mientras tanto, la relevancia de productores tradicionales, como los países de Medio Oriente, tiende a caer, principalmente para América del Norte y Europa. Estados Unidos, por ejemplo, es uno de los principales clientes de la región, pero comienza a reducir su dependencia externa con el aumento de la producción doméstica, principalmente de gas.
En la mesa en la que los países juegan el juego de la seguridad energética, la suma cero no es un resultado poco frecuente en temas económicos, de defensa, de supervivencia de regímenes y, no es raro, que sea todo eso al mismo tiempo.
Las ecuaciones con las que se administran los intereses, sean cuales fueran, y respectivas variables, son innumerables. Sin embargo, ahora y desde hace bastante tiempo, incluso antes de conocerse las buenas previsiones sobre producción del pre-sal en el yacimiento de Libra -entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo-puede verse a Brasil ejercitando los músculos por el petróleo en los movimiento de una política externa que analistas consideran privilegiada: es un triunfo el grado de flexibilidad de acción del país, que no estaría al alcance de otros actores en la mesa de la geopolítica.
China e India serían casos de "players" de cierta manera incómodos por insuficiencias en materia de disponibilidad energética, que Brasil está superando con inventiva y correspondientes ganancias de autonomía en política externa - por ejemplo, en las posiciones que asume en relación a Irán y cuando mantiene en suspenso a proveedores de aviones militares europeos y estadounidenses. No es difícil percibir las triangulaciones de intereses en las que juega Brasil, o podrá jugar en el futuro, partidas geopolíticas en las que debe interactuar con interlocutores que no están exactamente dispuestos a mantener un diálogo entre ellos.
Para Ciro Marques Reis, doctor en geografía por la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UFRJ) que participa en el Grupo de Investigación GeoBrasil, "en un primer momento, el hallazgo de los enormes yacimientos de petróleo en la camada pre-sal del litoral brasileño se vio como una especie de billete premiado, que le permitiría al país entrar en un grupo selecto de países con capacidad de negociación política y comercial basada en la condición de detentor de grandes reservas de petróleo".
Sin embargo, en los mejores escenarios futuros, que Marques Reis diseña como eventualidades que podrán plasmarse en 2030 o 2040, posiblemente Brasil todavía no produzca petróleo suficiente para tornarse un exportador líquido de peso, y subir nuevos escalones en el ranking de relevancia global. Pero según Marques Reis no existen dudas de que, en términos de seguridad energética y de cierto blindaje contra movimientos inesperados del mercado mundial de crudo, el pre-sal agrega valor a una ya importante posición geopolítica de Brasil, principalmente en América del Sur.
La demora de varios años para la realización de la primera licitación del pre-sal bajo la regla de reparto -que ocurrió el lunes-- abrió un paréntesis en la regularidad del camino de fortalecimiento del perfil geopolítico del país. Razones de política interna pesaron bastante, en la decisión de cambiar el sistema y, después, durante el debate que antecedió la nueva normativa. Sin embargo, es un hecho que se estaba escribiendo un capítulo nuevo en la historia de la administración de los intereses brasileños en temas esenciales de economía política y orientación del desarrollo. La geopolítica práctica condensa movimientos domésticos y externos, en constante reacomodamiento de mutuas influencias.
En este mismo proceso, se exhibían para públicos externos nuevas referencias elegidas para el ejercicio del juego geopolítico, que comienzan a probarse, en su acierto y relevancia, a partir de la propia subasta de los yacimientos del campo de Libra.
Se cuestionó y todavía se cuestiona, la necesidad, desde el punto de vista económico, de un nuevo marco regulatorio. El régimen de reparto, como sustituto del de concesión. En este, la empresa operadora paga de antemano un monto fijo al Estado, que se apropia de todos los ingresos generados después. En el de reparto, los ingresos se dividen entre la empresa ganadora (en una licitación en la que el precio es un porcentaje de los ingresos generados) y el Estado, que detenta derechos parciales de accionista.
El economista Samuel Pessôa, profesor de pos-graduación de la Fundación Getulio Vargas (FGV), está entre los críticos. Recordó que, de acuerdo a la argumentación del gobierno, el cambio de marco regulatorio serviría para aumentar los ingresos públicos, porque el riesgo geológico había caído. Lo que significa que el campo de Libra tiene un inmenso depósito de petróleo de buena calidad. El primer objetivo habría sido facilitar la coordinación, por parte de Petrobras, de una política de sustitución de importaciones en el sector petrolero, particularmente en el segmento de bienes de capital, dijo Pessôa.
Su contra-argumento: la base de recaudación será la misma y la industria del petróleo brasileño era pujante con el régimen de concesión. "Ese no era un grave problema, como para frenar un sector que andaba muy bien". Para Pessôa, el costo político y financiero de la alteración no justifica la adopción del modelo de reparto. Con la demora en la definición del nuevo sistema -siete años, desde el descubrimiento del pre-sal-y ahora, apenas comienza el trazado de la explotación concreta en el campo de Libra, surgieron otras fuentes de producción.
Rubens Barbosa, embajador de Brasil en Washington durante el gobierno del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, observó que Estados Unidos llevó adelante una monumental inversión a partir de 2003, a pesar de las dificultades iniciales relacionadas con protestas de ambientalistas, en el denominado gas de esquisto, en una acción vinculada a la perspectiva de reindustrialización del país, lo que demandaría más energía disponible.
En 2015, Estados Unidos superará a Rusia y se tornará el mayor productor de gas natural del mundo. Hasta 2017, desbancará a Arabia Saudita y pasará a ser exportador líquido de combustibles en 2025. Un dato que se agrega a otros muy positivos. Su PBI de u$s 15 billones y el poderío político correspondiente, aunque un poco relativizado en la etapa de ascenso de China en el escenario internacional.
Pero China está en la mesa del juego geopolítico como gran consumidora-importadora de petróleo. Aunque no es pequeño, de todos modos, su propio poder. Sus reservas en moneda extranjera rondan los u$s 3,5 billones, que alimentan un fondo soberano de inversiones, mundo afuera, que a finales del año pasado llegaba a cerca de los u$s 600.000 millones, una parte considerable colocado en asociaciones en el sector de petróleo, como las que los chinos pretenden establecer en Brasil, siguiendo lo que hacen con especial empeño en África.
Ese es un buen ejemplo de la triangulación de intereses que la carta petrolera y la flexibilidad de movimientos en el escenario internacional garantizan a Brasil.
La caída de Medio Oriente en el mercado de petróleo y el ascenso de las Américas, que tienen como eje productor a Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela y Brasil, es evidente. Por el lado consumidor, China pasó a ser un "player" fundamental y Japón podrá en breve entrar en esa lista. Naturalmente, el curso que tome la economía mundial, que enfrenta desdoblamientos de la crisis expuesta en 2007/2008, encierra factores determinantes tanto sobre la demanda de petróleo como de sus oscilaciones de precio. ¿En ese contexto de perspectivas no propiamente claras, qué importancia efectiva, desde un punto de vista geopolítico, tendrá Brasil con las potencialidades del pre-sal?
Para el diplomático Paulo Roberto Almeida, estudioso de relaciones internacionales, la incertidumbre vinculada al costo de producción y a la tecnología necesaria para la explotación no permiten decir que el país ganará un grado de prominencia global como participante del G-20 y de otros foros internacionales.
Samuel Feldberg, coordinador de estudios sobre Medio Oriente del Grupo de Seguimiento de la Coyuntura Internacional de la Universidad de San Pablo, piensa de manera similar. Cree que el pre-sal no tiene importancia en términos políticos porque ni siquiera comenzó la explotación en el yacimiento y no hay certezas sobre cómo será la matriz energética en el futuro, cuando la producción comenzará a fluir.
La identidad petrolera que proyecta hoy Brasil en el mundo viene construyéndose por caminos que no siempre son rectos ni a un paso constante. Hasta comienzos de la década del setenta, el modelo de explotación fue genuinamente nacional. La flexibilización del monopolio de Petrobras comenzó con el entonces presidente Ernesto Geisel. "Vio que era imposible mantener el nivel de inversión necesaria para el crecimiento del sector", señala Barbosa.
Geisel fortaleció a Petrobras, empresa que había presidido, creando los contratos de riesgo de explotación de petróleo en 1976, que permitieron la asociación de la estatal con empresas extranjeras. Llevó a Petrobras a la petroquímica, al comercio externo y a la venta minorista en las estaciones de servicio.
El gobierno de Fernando Henrique Cardoso dio otro paso en dirección a la flexibilización. Durante su gestión, se creó el modelo de concesión. "Ese cambio no fue aislado, vino dentro de un esfuerzo para modernizar el país", señala Barbosa.
Para Almeida, Cardoso "aprovechó un momento único en la historia de Brasil: una coalición reformista dentro de una enorme crisis inflacionaria, que permitió hacer algunas reformas absolutamente necesarias para la economía y la política del país: la crisis favoreció la aprobación de diversas medidas, constitucionales e infra-constitucionales".
Los pilares de los cambios fueron la apertura de la economía al capital externo --que inició el gobierno de Fernando Collor de Mello--, la privatización de las empresas controladas por el Estado, la quiebra de los monopolios estatales, el alejamiento del Estado de la regulación económica y la modificación del concepto de empresa nacional.
Con el compromiso de que Petrobras no sería privatizada, Cardoso consiguió promulgar la ley 9.478, el 6 de agosto de 1997, que reafirmaba el monopolio del Estado sobre los depósitos de petróleo, gas natural y otros hidrocarburos, pero abría el mercado para que empresas privadas compitieran con Petrobras. Se crearon los dos nuevos agentes que actuarían en el sector: el Consejo Nacional de Política Energética (CNPE), con la tarea de proponer políticas nacionales y medidas específicas para esa área, y la Agencia Nacional de Petróleo (ANP), organismo regulador de la industria.
El modelo de concesión tuvo vigencia hasta el hallazgo del pre-sal, en 2006, cuya mayor área de acumulación es la de Libra, con reservas calculadas entre 8.000 millones y 12.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, incluyendo gas natural. Cuatro años después, el Congreso aprobó y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva promulgó la ley 12.351, sobre el nuevo régimen regulatorio para el pre-sal, el contrato de reparto de la producción.
El hallazgo del yacimiento de Libra pretende terminar con el desacople entre producción y consumo en el país. Brasil, que produce 1,98 millones de barriles de petróleo por día, nunca fue autosuficiente en la producción de derivados, aunque técnicamente Petrobras lo anunció en 2006. Fue porque ese año la producción de petróleo igualó al consumo (igualar o superar significa "autosuficiencia volumétrica" en la metodología de la empresa). Entre 2007 y 2012, el consumo de derivados creció con más fuerza. Según datos de la ANP, la dependencia externa promedio de la nafta es de 13%, mientras la de gasoil es de 15% y la de gas natural y querosén de aviación es de 20%. La cuenta petróleo de la balanza comercial es deficitaria (u$s 9.900 millones en 2012, de los cuales u$s 9.100 millones en derivados)
Fuente: CRONISTA.COM
Brasil busca concretar el anhelo de la independencia energética
Reviewed by luis
on
10/25/2013
Rating: