China, México y la nueva alianza energética (Opinión)

Fernando Reyes Matta - El mapa energético latinoamericano está registrando cambios de fondo, tanto en las condiciones de producción como en los mercados hacia los cuales se envía el petróleo y el gas. Y, por cierto, todo ello está abriendo múltiples preguntas en diversos frentes.

Buena parte de la nueva realidad se debe a la explotación del llamado “gas de esquisto” (shale en inglés), aquel escondido en rocas yacentes en el subsuelo y que ahora se explotan por el sistema de fracking, esto es la fractura hidráulica, una técnica que inyecta en el subsuelo una mezcla de agua, arena y productos químicos a alta presión para liberar los hidrocarburos. Estados Unidos, gracias a ello, ha sacudido el mercado del gas natural y probablemente cambiará la estructura de la energía mundial al convertirse de aquí al 2020 no sólo en país autoabastecido en sus demandas energéticas, sino también en exportador. De hecho, ya hoy día el 40% del gas natural extraído en Estados Unidos es de este tipo.

Y frente a eso, ¿qué ocurre en China, convertido ya en el principal consumidor de petróleo en el mundo? China importa el 60% de sus fuentes energéticas y requiere más, lo cual no debe sorprender si se mira la urbanización en marcha y los nuevos planes de desarrollo con alto consumo interno.

¿Y existe el gas de esquisto en China? En este país aseguran tener las mayores reservas del mundo, con 36 billones de metros cúbicos. Pero no tienen la tecnología adecuada y, además, existen dudas sobre la posible aplicación de las técnicas actuales porque la contaminación es muy grande: de hecho se consumen inmensas cantidades de agua que afectan las napas subterráneas y el metano sale por las cañerías de las casas. Es lo que ocurre en más de un pueblo en Dakota del Norte, Estados Unidos.

Hay que mejorar los procedimientos de extracción, hay que aprender de esas nuevas tecnologías y desarrollarlas por otra vía. Y allí es donde aparece el nuevo eje China-México en este campo.

De esto se acaba de hablar en China, en un seminario internacional organizado esta semana en Beijing por el Instituto de América Latina (ILAS) y el Instituto de las Américas (IOA), de California. Fuimos parte de los debates -francos, abiertos, informativos- y nos cupo conducir una de las mesas donde quedó claro cómo gas y petróleo están constituyendo un nuevo mapa energético mundial, a la vez que son temas estrechamente ligados al devenir de la política contingente.

Un ejemplo concreto es lo que ocurre en México, donde llegó al Congreso la propuesta del Presidente Enrique Peña Nieto para hacer de PEMEX una empresa en la cual los capitales privados nacionales y extranjeros puedan participar en la gestión y en contratos específicos. Lo más probable es que logre su objetivo, pero ello con concesiones en otras áreas del quehacer político.

México tiene una gran reserva de petróleo en aguas profundas y presta mucha atención a la explotación del gas de esquisto. Aunque ve limitada la explotación de dichos recursos debido a la falta de tecnología y capital, el gobierno mexicano espera que una serie de reformas le permitan atraer la inversión y utilizar estas riquezas. Y allí es donde las miradas de México se dirigen a China. Como dijo el embajador mexicano en China, Julian Ventura, en ese seminario, México espera convertirse, a partir de estos recursos, en un actor competitivo y con fuerte presencia en la cuenca del Asia-Pacífico “y teniendo a China como socio”.

Por la parte china, existen muchas necesidades de importación de energía a largo plazo, y México posee las reservas necesarias. El capital puede provenir de China, que desea aprovechar la oportunidad de hacerse socio en las reformas energéticas de México.

“Aquí existe una importante oportunidad para la cooperación sino-mexicana en el campo de la energía. Se espera que China se convierta en un socio que pueda facilitar el capital y la tecnología a México”, señaló el representante mexicano en la capital china.

Fuente: DIARIO FINANCIERO