Sepa cómo Eike Batista fue víctima de su propio invento
El de la semana pasada fue un viaje a Nueva York muy diferente para Eike Batista. Contrario a un par de lustros atrás.
Porque su nombre ha caído en desgracia. De ser el hombre más rico de Brasil y forjar una fortuna de US$30.000 millones (en 2012 ocupó el séptimo puesto en la lista de millonarios mundiales de la revista Forbes), ha pasado a solicitar reuniones de urgencia con sus otrora socios, quienes ahora, como sus acreedores, aprietan los labios con cada propuesta de nuevos plazos de pago. Pero esa es la mejor salida para evitar que OGX, su compañía de hidrocarburos, sea la protagonista del más grande impago de obligaciones en la historia corporativa de América Latina.
Ella es, por ahora, su principal dolor de cabeza. Su deuda total asciende a US$3.600 millones y su viabilidad se agravó en octubre por dos hechos: un reporte de la auditora De Golyer & MacNaughton que rebajó de 285 millones a 108,5 millones de barriles las reservas de petróleo del campo Tubarão Martelo, uno de los principales activos de la compañía en aguas de Río de Janeiro, sumada al vencimiento de bonos de deuda por US$45 millones sin que se giraran las sumas correspondientes.
La alerta roja se generó entre los inversionistas internacionales, quienes, ante el rumor de que OGX se declararía en quiebra para reestructurar sus deudas, decidieron deshacerse de sus títulos. De esa forma, los papeles con vencimiento a 2018 (alrededor de US$2.560 millones) pasaron a transarse de ocho a seis centavos de dólar. Son los mismos que en lo corrido del año han sufrido una caída de 93%, convirtiéndose en la desvalorización más alta de los mercados emergentes.
No es la primera vez que los cálculos errados juegan en contra de Batista. Hace un año, el 28 de junio, la compañía le informó al mercado que dos de sus campos petrolíferos, en los cuales se habían calculado unas reservas iniciales de 40.000 barriles diarios, tenían capacidad para producir sólo 10.000. El pánico se apoderó de los inversionistas y la cascada de ventas de acciones hicieron que OGX perdiera US$3.400 millones en una jornada; de paso, la fortuna personal del magnate se redujo en US$15.500 millones.
La desgracia se ha extendido como enfermedad a sus otras compañías. Entre las afectadas sobresale MMX, dedicada a la explotación de mineral de hierro (materia prima del cual se extrae el hierro). En las últimas semanas, y en medio del afán por encontrar recursos que salvaguarden a OGX, Batista vendió el 65% del proyecto Porto Sudeste, en Río de Janeiro, al fondo de inversión emiratí Mubadala y a la holandesa Trafigura por US$400 millones; además, tiene listo un acuerdo para venderle activos y una parte de su participación en la minera a su competidora Vetria Mineração.
Es paradójico que la mala fortuna se haya producido con la misma táctica con la que Batista hizo fortuna: sus proyecciones. “Él mismo enlistó la mayoría de sus firmas cuando no eran más que una simple idea. Con un estilo directo persuadió a los inversionistas con la promesa de que tenían un potencial guardado y que era el hombre indicado para liberarlo”, fueron las palabras con la que la revista británica The Economist explicó hace un par de años el rumbo ascendente del grupo EBX.
Varios elementos respaldaban la historia del magnate suramericano. El primero fue su origen: hijo de Eliezer Batista, exministro de Minas y expresidente de la minera Vale do Rio Doce, fue desde muy joven intermediario entre las auríferas brasileñas y los mercados internacionales al punto de que ingresó al sector en la Amazonia, donde explotó la primera mina pluvial de oro de la zona.
Otro fue su portafolio de inversiones: además de OGX y MMX, ha fundado las firmas MPX (genera energía y explota gas natural), LLX (dedicada a la logística portuaria), OSX (presta servicios offshore), REX (desarrolladora de proyectos de finca raíz), IMX (en conjunto con IMG Worldwide, invierte en eventos deportivos y de entretenimiento), SIX (produce soluciones tecnológicas), Mr. Lam (cadena de restaurantes de comida china) y Pink Fleet (organiza eventos corporativos y sociales).
Y, el último, su meteórica carrera: del joven que vendía seguros para pagarse sus estudios en Europa, pasó a ser un incipiente empresario minero que aprovechó el boom de los recursos naturales de América Latina con proyectos en Brasil, Chile y Venezuela. Entre 2008 y 2012 su fortuna se incrementó en US$23.400 millones, al punto de convertirse en un ostentoso millonario con una afición declarada por los veleros de lujo y con un auto Mercedes S-LR avaluado en US$1,2 millones estacionado en la sala de su casa. Todos los inversionistas del mundo querían hacer negocios con el hombre que había desafiado públicamente la posición de Carlos Slim como el hombre más rico del mundo (por entonces, según Forbes, con una fortuna de US$69.000 millones).
Contagio en Colombia
En 2008, y a través de las firmas AUX y CCX (de su propiedad), Batista se hizo un campo en el sector de la minería con inversiones que superaban los US$4.000 millones. Ese dinero se traducía en las minas de carbón Papayal, Cañaverales y San Juan, en La Guajira, con reservas cercanas a los 715 millones de toneladas del mineral, y en los proyectos auríferos California-Vetas y La Bodega, en Santander, con 2,29 millones de onzas troy de oro por explotar.
Pero los problemas del empresario también se han colado en ellas en forma de constantes incumplimientos en temas contractuales, de pago por adquisiciones y de promesas rotas a los gobiernos locales. La crisis obligó a Batista a vender su participación en las minas de carbón Papayal y Cañaverales a la multinacional Transwell Enterprises Inc. por US$75 millones, y a despedir, a través de la figura de retiro voluntario, a más de 250 mineros (habitantes de la región) de su operación aurífera.
El agua sigue subiendo por el cuello de un Eike Batista en apuros, que espera salvarse a toda costa concretando la venta de sus activos más preciados. En este momento el magnate trabaja a contrarreloj para concretar la venta, por US$780 millones, del 40% del pozo Tubarão Martelo a la petrolera malasia Petronas, la cual podría congelarse por el negativo informe sobre sus reservas. Al tiempo, ha contratado al bufete de abogados estadounidense Quinn Emanuel Urquhart Sullivan, los mismos que administraron el proceso de quiebra de Enron, para estructurar la declaración de OGX.
La maniobra es seguida muy de cerca por los mercados y los inversionistas, como se desprende del reporte realizado por Bruno Montanari y Guilherme Belinetti, analistas de Morgan Stanley: “El flujo de dinero es crítico y es muy probable que la compañía requiera la protección judicial para reestructurar su deuda. La ventaja de esta operación es que cuenta con mecanismos para garantizarle un nuevo aire. Si OGX tiene la capacidad para sobrevivir a la crisis, el proceso funcionará a la perfección”.
Es el futuro que el propio Batista, y en especial su socios, esperan. Su garantía es que, en esta ocasión, no hay de por medio proyecciones de reservas minerales ni exuberantes retornos.
Fuente: ELESPECTADOR.COM
Porque su nombre ha caído en desgracia. De ser el hombre más rico de Brasil y forjar una fortuna de US$30.000 millones (en 2012 ocupó el séptimo puesto en la lista de millonarios mundiales de la revista Forbes), ha pasado a solicitar reuniones de urgencia con sus otrora socios, quienes ahora, como sus acreedores, aprietan los labios con cada propuesta de nuevos plazos de pago. Pero esa es la mejor salida para evitar que OGX, su compañía de hidrocarburos, sea la protagonista del más grande impago de obligaciones en la historia corporativa de América Latina.
Ella es, por ahora, su principal dolor de cabeza. Su deuda total asciende a US$3.600 millones y su viabilidad se agravó en octubre por dos hechos: un reporte de la auditora De Golyer & MacNaughton que rebajó de 285 millones a 108,5 millones de barriles las reservas de petróleo del campo Tubarão Martelo, uno de los principales activos de la compañía en aguas de Río de Janeiro, sumada al vencimiento de bonos de deuda por US$45 millones sin que se giraran las sumas correspondientes.
La alerta roja se generó entre los inversionistas internacionales, quienes, ante el rumor de que OGX se declararía en quiebra para reestructurar sus deudas, decidieron deshacerse de sus títulos. De esa forma, los papeles con vencimiento a 2018 (alrededor de US$2.560 millones) pasaron a transarse de ocho a seis centavos de dólar. Son los mismos que en lo corrido del año han sufrido una caída de 93%, convirtiéndose en la desvalorización más alta de los mercados emergentes.
No es la primera vez que los cálculos errados juegan en contra de Batista. Hace un año, el 28 de junio, la compañía le informó al mercado que dos de sus campos petrolíferos, en los cuales se habían calculado unas reservas iniciales de 40.000 barriles diarios, tenían capacidad para producir sólo 10.000. El pánico se apoderó de los inversionistas y la cascada de ventas de acciones hicieron que OGX perdiera US$3.400 millones en una jornada; de paso, la fortuna personal del magnate se redujo en US$15.500 millones.
La desgracia se ha extendido como enfermedad a sus otras compañías. Entre las afectadas sobresale MMX, dedicada a la explotación de mineral de hierro (materia prima del cual se extrae el hierro). En las últimas semanas, y en medio del afán por encontrar recursos que salvaguarden a OGX, Batista vendió el 65% del proyecto Porto Sudeste, en Río de Janeiro, al fondo de inversión emiratí Mubadala y a la holandesa Trafigura por US$400 millones; además, tiene listo un acuerdo para venderle activos y una parte de su participación en la minera a su competidora Vetria Mineração.
Es paradójico que la mala fortuna se haya producido con la misma táctica con la que Batista hizo fortuna: sus proyecciones. “Él mismo enlistó la mayoría de sus firmas cuando no eran más que una simple idea. Con un estilo directo persuadió a los inversionistas con la promesa de que tenían un potencial guardado y que era el hombre indicado para liberarlo”, fueron las palabras con la que la revista británica The Economist explicó hace un par de años el rumbo ascendente del grupo EBX.
Varios elementos respaldaban la historia del magnate suramericano. El primero fue su origen: hijo de Eliezer Batista, exministro de Minas y expresidente de la minera Vale do Rio Doce, fue desde muy joven intermediario entre las auríferas brasileñas y los mercados internacionales al punto de que ingresó al sector en la Amazonia, donde explotó la primera mina pluvial de oro de la zona.
Otro fue su portafolio de inversiones: además de OGX y MMX, ha fundado las firmas MPX (genera energía y explota gas natural), LLX (dedicada a la logística portuaria), OSX (presta servicios offshore), REX (desarrolladora de proyectos de finca raíz), IMX (en conjunto con IMG Worldwide, invierte en eventos deportivos y de entretenimiento), SIX (produce soluciones tecnológicas), Mr. Lam (cadena de restaurantes de comida china) y Pink Fleet (organiza eventos corporativos y sociales).
Y, el último, su meteórica carrera: del joven que vendía seguros para pagarse sus estudios en Europa, pasó a ser un incipiente empresario minero que aprovechó el boom de los recursos naturales de América Latina con proyectos en Brasil, Chile y Venezuela. Entre 2008 y 2012 su fortuna se incrementó en US$23.400 millones, al punto de convertirse en un ostentoso millonario con una afición declarada por los veleros de lujo y con un auto Mercedes S-LR avaluado en US$1,2 millones estacionado en la sala de su casa. Todos los inversionistas del mundo querían hacer negocios con el hombre que había desafiado públicamente la posición de Carlos Slim como el hombre más rico del mundo (por entonces, según Forbes, con una fortuna de US$69.000 millones).
Contagio en Colombia
En 2008, y a través de las firmas AUX y CCX (de su propiedad), Batista se hizo un campo en el sector de la minería con inversiones que superaban los US$4.000 millones. Ese dinero se traducía en las minas de carbón Papayal, Cañaverales y San Juan, en La Guajira, con reservas cercanas a los 715 millones de toneladas del mineral, y en los proyectos auríferos California-Vetas y La Bodega, en Santander, con 2,29 millones de onzas troy de oro por explotar.
Pero los problemas del empresario también se han colado en ellas en forma de constantes incumplimientos en temas contractuales, de pago por adquisiciones y de promesas rotas a los gobiernos locales. La crisis obligó a Batista a vender su participación en las minas de carbón Papayal y Cañaverales a la multinacional Transwell Enterprises Inc. por US$75 millones, y a despedir, a través de la figura de retiro voluntario, a más de 250 mineros (habitantes de la región) de su operación aurífera.
El agua sigue subiendo por el cuello de un Eike Batista en apuros, que espera salvarse a toda costa concretando la venta de sus activos más preciados. En este momento el magnate trabaja a contrarreloj para concretar la venta, por US$780 millones, del 40% del pozo Tubarão Martelo a la petrolera malasia Petronas, la cual podría congelarse por el negativo informe sobre sus reservas. Al tiempo, ha contratado al bufete de abogados estadounidense Quinn Emanuel Urquhart Sullivan, los mismos que administraron el proceso de quiebra de Enron, para estructurar la declaración de OGX.
La maniobra es seguida muy de cerca por los mercados y los inversionistas, como se desprende del reporte realizado por Bruno Montanari y Guilherme Belinetti, analistas de Morgan Stanley: “El flujo de dinero es crítico y es muy probable que la compañía requiera la protección judicial para reestructurar su deuda. La ventaja de esta operación es que cuenta con mecanismos para garantizarle un nuevo aire. Si OGX tiene la capacidad para sobrevivir a la crisis, el proceso funcionará a la perfección”.
Es el futuro que el propio Batista, y en especial su socios, esperan. Su garantía es que, en esta ocasión, no hay de por medio proyecciones de reservas minerales ni exuberantes retornos.
Fuente: ELESPECTADOR.COM
Sepa cómo Eike Batista fue víctima de su propio invento
Reviewed by luis
on
10/28/2013
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