El fin de un magnate (Opinión)

Aquel conocido refrán según el cual “la avaricia rompe el saco” bien podría aplicársele a Eike Batista, el exbillonario brasileño cuyo imperio se derrumbó en la semana que termina.

Así lo confirmó la declaratoria de quiebra de OGX, la empresa petrolera que era el corazón de su imperio y que no pudo llegar a un acuerdo con sus acreedores para reestructurar obligaciones por un valor de 5.100 millones de dólares.

Junto al buque insignia también hicieron agua LLX, la unidad de logística, MPX, la de energía, MMX, la de minería, y OSX la de embarques.

Todas, como es conocido, terminaban con la antepenúltima letra del alfabeto, pues el mensaje de fondo era el del crecimiento exponencial.

Pero eso no ocurrió.

Aunque algunas de las firmas podrían salvarse y quedarán en otras manos, cada una tuvo que salir a vender activos. Tal es el caso de CCX Carvao de Colombia que llegó a un acuerdo con la compañía turca Yildirim Holdings para entregarle los proyectos mineros de Cañaverales y Papayal, aparte de la explotación subterránea de San Juan, en La Guajira.

Como se ha comentado, la causa de la debacle fue la incapacidad de OGX de explotar comercialmente los bloques de Campos, ubicados en el océano Atlántico a unos 100 kilómetros de la costa de Rio de Janeiro.

Frente a las previsiones originales que hablaban de extraer un millón de barriles diarios de crudo en el 2019, la realidad demostró que los desafíos geológicos resultaron ser demasiado grandes y que el tamaño del yacimiento -cuyo futuro está en veremos- es mucho menor de lo que se pensaba.

Pero también quedó claro que el estilo de administración de Batista -cuya fortuna llegó a ser calculada en 34.000 millones de dólares- no era el más adecuado.

Caprichoso e impulsivo, cambiaba a los ejecutivos que le llevaban la contraria, aparte de llevar una vida ostentosa que será cosa del pasado. Porque del magnate de hace año y medio, ahora queda poco.

Ricardo Ávila Pinto

Fuente: PORTAFOLIO.CO