Ecologista latina trae la lucha contra el fracking al 'epicentro' de la industria petrolera en California
Rosanna Esparza estaciona su Prius en un mar de camionetas. Al otro lado de la calle se ha erigido un asta improvisada en la caja de un camión para izar la bandera estadounidense por encima de las palmeras. Estamos en Taft, California; un pueblo edificado en uno de los más grandes campos petrolíferos en el país. Es un lugar apropiado para que la industria petrolera local celebre una “manifestación de apreciación” para sí misma.
En la puerta principal del auditorio, dentro del recinto amurallado del Taft Fort (Fortaleza de Taft), unos cuantos policías nos cuestionan. “Estamos aquí para demostrar nuestra apreciación,” dice Rosanna. Nos dejan pasar. La verdad es que somos impostoras. No estamos aquí para aplaudir.
Como organizadora comunitaria para Clean Water Action (Acción para el Agua Limpia), Rosanna es el único miembro del personal con un puesto en el condado de Kern, condado que ocupa el primer lugar en el estado en producción petrolera y el segundo en producción agrícola. Ser cualquier tipo de organizador del medio ambiente en este territorio es ser valiente.
Como reportera sobre el medio ambiente me encuentro con un montón de organizadores ambientales -esto es típico. Pero Rosanna no es como ninguno de los que he conocido antes. Ella es latina, de 59 años de edad, de la zona de Los Ángeles y nueva al trabajo de organizar para el medio ambiente. De hecho, originalmente ella vino al condado de Kern para realizar investigaciones etnográficas para un doctorado en gerontología.
Decidió quedarse porque vio una comunidad con una profunda necesidad de sanación y pensó que su experiencia podría ayudar a tener un impacto positivo. Se incorporó a una iglesia, empezó a andar con su perro, el Sr. Luna, cuando iba a leerle a niños de una escuela primaria y pasa la mayoría de su día desafiando una de las más poderosas industrias del planeta. Sin embargo, no es el tipo de persona que usaría un megáfono en la vanguardia de una protesta. Ella está más interesada en hacer conexiones en la comunidad que en irrumpir en ella. Ella no va a hacer ningún despliegue de pancartas en esta manifestación de la industria.
“Existe una idea realmente equivocada sobre lo que hacemos y lo que queremos”, dice Rosanna. “No pretendo quitarle el trabajo a nadie, les estoy pidiendo que hagan lo que hacen con más seguridad. Tienen el dinero para hacerlo, tienen la tecnología y los expertos”.
Localicé a Rosanna porque quiero entender qué es lo que está ocurriendo en el condado de Kern -el epicentro de la industria petrolera en California. El condado de Kern produce casi 75% del petróleo de California, pero la producción alcanzó su punto máximo en 1985- ha ido disminuyendo desde ese entonces. Pero la industria tiene un gran cheque en blanco que todavía está tratando de cobrar. Es del Esquisto de Monterey, una formación de roca que abarca 1.750 millas cuadradas del sur central de California y llega a 18.000 pies de profundidad en algunos lugares. Un informe del 2011 publicado por la U.S. Energy Information Agency (Agencia de Información sobre Energía de los EE.UU.) señaló que Monterey guardaba el depósito de petróleo de esquisto más grande en los Estados Unidos -una impresionante cantidad de 15,4 mil millones de barriles. La industria ha estado tratando de hacerse rica en la zona de Monterey por años y lo están intentando con cada truco que conocen, incluyendo el fracking.
Después de años de escribir sobre cómo es la fiebre del petróleo y del gas provocada por el fracking en lugares como Dakota del Norte, Colorado, Texas, Pennsylvania y Virginia del Oeste, he vuelto la atención a mi estado natal de California.
A estas alturas la mayoría de la gente ya ha escuchado hablar del fracking -abreviatura de “fracturación hidráulica”. La industria ha sido aplaudida por su uso del fracking, a menudo en combinación con la perforación horizontal, para aprovechar reservas “no convencionales” de petróleo y gas en el esquisto, estimulando así la producción doméstica. Y la industria también ha sido atacada porque el fracking es sucio y peligroso. Probablemente han visto los videos de las personas que prenden fuego al agua de sus grifos.
Lo que he visto más que nada en mis viajes a través del país son comunidades lidiando con los impactos del fracking, que cada vez aumentan más: la contaminación del aire, la contaminación del agua, derrames, accidentes, tráfico de camiones, aumentos repentinos de trabajadores transitorios, precios elevados sin medida para viviendas asequibles. La lista no tiene fin.
Ésta es la “maldición de los recursos”, donde la prosperidad es seguida por la quiebra. He pasado suficiente tiempo en los pueblos mineros de Virginia del Oeste para saber cómo termina todo esto décadas después. ¿Se encamina California hacia el mismo destino? Con la ayuda de Rosanna, yo quiero entender lo que está en peligro. El condado de Kern está situado encima de una posible mina de oro y si es saqueado por completo las consecuencias podrían tener un enorme efecto dominó, no solo a través del estado, sino también a lo largo de todo el país.
Encontrando a Lost Hills. Cuando Rosanna quiere estudiar la situación para entender bien a qué se está enfrentando, lo único que tiene que hacer es pararse en el acantilado del apropiadamente llamado Parque Panorámico, cerca de su hogar en Bakersfield. Abajo, extendiéndose por millas, está el campo petrolífero del Río Kern. De aquí se extrajeron los primeros sorbos de hidrocarbonos Pleistocenos y hoy son 10,000 acres apocalípticos de unidades de bombeo, tuberías y calderas -el tercer campo petrolífero más grande del estado-, ahora bajo el dominio de Chevron.
Un sendero para jogging y bicicletas serpentea inexplicablemente el borde del campo petrolífero y hay calles suburbanas que topan con su orilla. Es una yuxtaposición discordante pero también un recordatorio importante: la industria petrolera y la comunidad en el condado de Kern están íntimamente entrelazadas. Rosanna aprendió esto a las malas.
“Todavía existe aquí mucha de la mentalidad del viejo oeste”, dice Rosanna. “Mucha de su jerga se remonta a las balaceras de esos tiempos. Ahora se trata de ‘Perforar acá, perforarlo ya’”, dice ella, haciendo eco al grito de guerra que escuchamos en la manifestación a favor de la industria en Taft.
Cuando los aventureros de la fiebre del oro cambiaron su punto de mira del oro hacia el petróleo a fines del siglo XIX, descubrieron lo que los pueblos nativos habían sabido por miles de años -se puede encontrar petróleo (o sustancias parecidas al petróleo) que burbujean a la superficie en pozos o filtraciones de alquitrán. Aquí la naturaleza alardea sus riquezas. Se hundieron pozos para minar las fortunas que yacían por debajo y el condado de Kern se convirtió en uno de los productores de petróleo más grandes del país.
También es uno de los condados de gran producción agrícola y es parte del Valle de San Joaquín donde la agricultura es un imperio de US$40 mil millones por año. Pero en muchos sentidos, la vida acá es un tanto feudal. El Gran Petróleo y la Gran Agricultura son parte de una brecha de riqueza que se parece al Gran Cañón -una división incomprensible. Compañías de miles de millones de dólares operan en el condado, mientras que algunas comunidades tienen más del 40% de su población viviendo bajo la línea de pobreza -el doble del promedio estatal. Por todas las riquezas extraídas de la tierra y de su suelo, ésta todavía sigue siendo una de las partes más pobres del estado.
Esta realidad es lo que impulsa el trabajo de Esparza. A menudo pasa su tiempo entre las pequeñas comunidades agrícolas del valle -Shafter, Wasco, Lost Hills. La mayoría de las personas que viven en esos pueblos son hispanas o latinas, y son mayoritariamente trabajadores agrícolas. Ella se preocupa que estas comunidades ya están siendo aplastadas bajo el peso de las cargas de salud ambiental: el condado de Kern fue clasificado por tener la contaminación de aire más peligrosa en 2009 y tiene contaminación del agua potable en muchos lugares.
Tomemos, por ejemplo, a Lost Hills. Rosanna pasó cinco meses durante esta primavera y verano manejando 102 millas, ida y vuelta, dos veces por semana, desde su casa en Bakersfield hasta la pequeña comunidad de Lost Hills en el extremo oeste del valle. El pueblo no es más que un puñado de viviendas de bajos ingresos para trabajadores empleados por el gigante de la agroindustria, Paramount Farms (propiedad de la empresa Roll Global, valorada en US$3 mil millones).
Lost Hills también está situado a la par del campo petrolífero Lost Hills -y queda justo al lado de la Ruta 33, también conocida como la Carretera del Petróleo, un tramo de carretera que tiene media docena de grandes campos petrolíferos. Yo había manejado por la Carretera del Petróleo antes de conocer a Rosanna y había descartado la zona como un páramo polvoriento en las afueras del valle. No sabía que existía algo por ahí que no fuera parte de las maquinaciones de la industria. Resulta que ahí hay un par de miles de personas y no se encuentran con buena salud.
Las visitas de Rosanna a Lost Hills eran para recolectar encuestas de salud de los residentes y sus niños -el proyecto es una colaboración entre Clean Water Action, donde ella trabaja, y Earthworks.
“Les estamos preguntando cuáles han sido los impactos [de vivir cerca de un campo petrolífero]”, explica ella. “¿Cómo se sienten? ¿Cómo les está afectando sus vidas diarias? ¿Tienen condiciones crónicas existentes que se agravan debido a que viven en la comunidad?”.
Resulta que por lo menos 244 pozos han sido frackeados en el campo de Lost Hills, la mayoría de ellos en los últimos dos años. Algunas de las sustancias químicas comúnmente utilizadas en el fracking o son o posiblemente son carcinógenos humanos, y se desconocen totalmente los riesgos a la salud de otras tantas sustancias más. La práctica también produce millones de galones de aguas residuales tóxicas, que pueden contaminar las aguas superficiales, las aguas subterráneas, las fuentes alimenticias y descargar productos químicos dañinos al aire.
“Sabemos que las comunidades que se encuentran dentro de cinco millas de distancia de las perforaciones no convencionales son más propensas a experimentar dolores de cabeza, náusea, vómitos, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfermedades de los riñones,” dice Rosanna.
El Gran Petróleo dice que ellos no están poniendo en peligro a la comunidad, agrega Rosanna. “Estamos aprendiendo que eso no es de ninguna manera cierto”. Ella ha encontrado campos petrolíferos que lindan con el patio de una escuela primaria y canteras de aguas residuales que están situadas a solo unos tres pies de una calle pública. “Estas canteras eran del tipo que cuando uno se acerca a ellas, lo único que tiene que hacer es contar hasta 25 y empieza a sentir un centellante dolor de cabeza” a causa de los gases, dice Rosanna.
La mitad de los niños de edad escolar que ella entrevistó sufren de dolores de cabeza y hemorragias nasales. Algunos faltan a la escuela el 40% del tiempo. Y casi la mitad de los adultos tiene inhaladores.
Las condiciones en Lost Hills pueden ser brutales -para las personas que viven allí, y aquellas personas como Rosanna, que son lo suficientemente locas para visitar el lugar. En el verano, las temperaturas llegan a más de 115 grados y las tormentas de arena soplan tan fuerte que no se puede manejar.
Con estas tormentas, el viento no solo sopla arena, sino también productos químicos de los campos agrícolas y los campos petrolíferos vecinos. A estas alturas, es imposible saber si las personas en Lost Hills se están enfermando por los productos químicos de la agricultura o de la producción de petróleo -o por alguna combinación de ambos. “Temo por ellos -por su seguridad, por su salud y sus niños”, dice Rosanna. Pero el colaborador de Rosanna, Jhon Arbeláez de Earthworks también está tomando muestras de aire, tratando de ver si se puede encontrar la huella química en el aire que puede ayudarles a llegar a la fuente de los problemas de salud de las personas.
“Sería bueno tener más gente trabajando aquí”, me cuenta Rosanna, y suena exhausta de cinco meses de sol ardiente, de las tormentas de arena y de tomarle el pulso a un pueblo enfermo.
A Rosanna le decepciona no poder identificar el origen de los problemas de salud de los residentes. Pero es un empeño casi imposible y se hace aún más difícil por el hecho que las compañías de perforación de petróleo que utilizan el fracking ni siquiera tienen que dar cuentas públicas de todos los productos químicos que utilizan y son exentas de las principales leyes federales previstas para proteger la salud pública. No será, incluso, sino hasta julio de 2015 que en California se impongan regulaciones para el fracking.
Siempre me sorprende mucho que no se realicen más estudios por las agencias de salud y que, de hecho, no se exijan tales estudios antes de que se permita la perforación. Por todos los cientos de miles de pozos que han sido perforados y frackeados por todo el país, por todas las miles de comunidades que han sido impactadas, no se ha realizado ni una sola evaluación de salud exhaustiva. Jamás. ¿Qué es lo que tenemos miedo de encontrar?
Cuando Rosanna me cuenta sobre sus hallazgos en Lost Hills, pienso en una pareja que conozco en este momento en Virginia del Oeste que está vendiendo sus cabras, encontrando hogares para sus gatos y empacando el contenido de la casa que construyeron con sus propias manos. Desde que el fracking comenzó cerca de su casa, el agua que toman de su pozo les produce masas en sus cuellos.
No tienen manera de saber si el fracking es el culpable. Solo pueden sospechar. Han muerto repentinamente de cáncer suficientes vecinos en su pequeña comunidad de unas pocas docenas de personas para tener miedo de quedarse. Se van de ahí con la mayor tristeza en el corazón, pero se van con vida.
Muchas de las personas que viven en Lost Hills no tienen muchas otras opciones -tienen ingresos y movilidad laboral limitados. Me compadezco de su situación y admiro a Rosanna -ella podría estar en cualquier otro lado pero ha elegido estar allí. Para ser testigo. Para ayudar.
De rosas a las torres de perforación. Cuando Rosanna recién se mudó al condado de Kern, el olor era acogedor, familiar. Ella vino de Pasadena, hogar del Rose Bowl (Estadio de Rosas), al pequeño Wasco, donde se cultiva la mitad de las rosas del país.
O más bien se cultivaban, me dice ella. En solo seis años ella ha visto desaparecer muchos de los campos de rosas de Wasco. Rosanna me saca a buscar rosas pero más que nada vemos huertos de almendros y pistachos allanados para abrirle campo a las torres de perforación. Wasco es tierra de labranza cortada en cuadrados por calles anchas y chatas en forma cuadriculada.
Es similar a Shafter, solo ocho millas al sur. Ambos son pueblos agrícolas en medio del Valle de San Joaquín – el corazón agricultor del país. Por un siglo, el petróleo ha sido perforado en los costados al este y al oeste de este valle, pero en las últimas pocas décadas a medida que se intensifica la búsqueda del petróleo, los perforadores se han mudado a los pueblos de adentro -junto a hogares, granjas y escuelas.
El Campo Petrolífero Rose bajo Wasco y el Campo Petrolífero de Shafter del Norte bajo Shafter fueron descubiertos en los años 80, casi un siglo después de descubrirse la mayoría de los campos petrolíferos de California. Los perforadores parecen estar recuperando el tiempo perdido aquí. Y eso la mantiene ocupada a Rosanna.
Ella trata de mantenerse al tanto de las torres perforadoras en los campos y registrar si están haciendo fracking. A veces toma muestras de aire y registra quejas de los residentes. Aquí se han vertido ilegalmente aguas residuales en pozos sin revestimiento y hay mechurrios que queman gases tóxicos día y noche.
Por lo menos 30 pozos han sido frackeados recientemente en Wasco y más de 31 pozos han sido frackeados en el Campo Petrolífero de Shafter del Norte en los últimos dos años, algunos justo al lado de la Escuela Primaria Sequoia. Las torpes cabezas de caballo de las bombas petroleras blancas y rojas cabecean sobre los cultivos en los campos circundantes – más de 60 pozos activos rodean un perímetro de dos millas de la escuela.
“Mi hija comenzó con los dolores de cabeza cuando comenzaron el trabajo [en los pozos petroleros] por allá,” me dijo Rodrigo Romo, un residente de la zona, señalando a un pozo que actualmente se está operando, situado justo afuera del patio de recreo de la escuela.
Defendiendo la lucha. Rosanna y yo decidimos visitar la manifestación en pro de la industria petrolera en Taft por curiosidad. Unos meses antes ella había organizado una proyección comunitaria de la película Gasland 2 (Tierra de Gas 2) -un documental con postura crítica frente al auge del fracking. La industria se enteró y decidió llenar los asientos con sus miembros para interrumpir la proyección. Lo que se suponía que fuera un evento de educación pública se convirtió en una guerra territorial. Molesta, Rosanna les dijo a los trabajadores de la industria que hicieran su propio evento.
Aparentemente lo hicieron.
Ni Rosanna ni yo jamás hemos ido antes a una manifestación de la industria petrolera y tengo que admitir que fue un poco decepcionante. Había más zapatos de vestir que botas de trabajo. Más políticos estatales que mandaron sus clichés grabados en video desde Sacramento que trabajadores de los campos petrolíferos que se presentaron a dar discursos. Más que nada la gente bebía de agua embotellada, llenaba sus platos con gajos de fruta y trozos de queso y aplaudía amablemente.
Hubo algunos puños alzados en celebración y algunas burlas dirigidas a dueños de carros Prius. Rosanna trató de no aparentar ninguna pena. Y a cualquiera que cuestionara la seguridad del fracking se le descartaba como estúpido.
Rosanna lo observó todo desde el fondo del salón. Aplaudimos unas veces para no parecer demasiado obvias y nos escapamos tan pronto como se terminó la función. “Vámonos de acá antes de que vean mi coche,” bromeó ella.
Hubo una cosa que ambas no pudimos dejar de notar durante la manifestación. La industria parecía defensiva, en una situación desfavorable. Es posible que les haya afectado una noticia que había surgido unos meses antes. En marzo la EIA modificó sus predicciones iniciales tan halagüeñas sobre las fortunas que subyacen en el condado de Kern. La cantidad de petróleo que se presume recuperable en el Esquisto de Monterey fue cortado por un sorprendente 96% -de 15,4 mil millones de barriles a unos pocos 600 millones de barriles.
Si la formación de Monterey u otra no producen pronto una gran recompensa, la producción de petróleo aquí seguirá disminuyendo y eso probablemente le da el susto de vida a la industria. Como también lo hace la presión de los organizadores como Rosanna que les exigen que se hagan responsables. Son rápidos para silenciar a cualquiera que haga preguntas, que exprese preocupaciones.
Esto va en contra de cómo fue criada Rosanna y la pone molesta. Ella cree que todos deben tener una voz -y todas las voces deben ser escuchadas. Su papá fue criado por dos hermanas cuáqueras. “No se encuentran muchos chicanos cuáqueros,” se ríe. “Simplemente no es eso lo que hacemos”.
Pero Rosanna y sus hermanos crecieron yendo a reuniones cuáqueras en Pasadena. “Aprendimos mucho sobre cómo se hacen las cosas en grupo, con consenso, con un principio de guía”, explicó ella. “Aun de niño uno tiene voz. Es probablemente el comienzo de cómo llegué a ser la persona que soy hoy en día. Todos deben tener su voz”.
Éste es el mejor antídoto que he visto a la cultura del silencio y la falta de transparencia que la industria trae a sus operaciones. La industria petrolera ha demostrado su fuerza en Sacramento -se encontró que los senadores estatales que votaron en contra del reciente moratorio contra el fracking recibieron 14 veces más dinero de la industria del petróleo y del gas que los que estuvieron a favor del moratorio. La lucha de Rosanna para poder tener un impacto positivo aquí no se trata de quién alza más la voz, sino de cuántas voces se unen a la conversación. La industria petrolera tiene la ventaja -el dinero y los amigos en altos cargos-, pero al final puede que no sean los poderosos sino los muchos los que ganen en el condado de Kern.
Autor: Peter Schurmann.
New America Media
En la puerta principal del auditorio, dentro del recinto amurallado del Taft Fort (Fortaleza de Taft), unos cuantos policías nos cuestionan. “Estamos aquí para demostrar nuestra apreciación,” dice Rosanna. Nos dejan pasar. La verdad es que somos impostoras. No estamos aquí para aplaudir.
Como organizadora comunitaria para Clean Water Action (Acción para el Agua Limpia), Rosanna es el único miembro del personal con un puesto en el condado de Kern, condado que ocupa el primer lugar en el estado en producción petrolera y el segundo en producción agrícola. Ser cualquier tipo de organizador del medio ambiente en este territorio es ser valiente.
Como reportera sobre el medio ambiente me encuentro con un montón de organizadores ambientales -esto es típico. Pero Rosanna no es como ninguno de los que he conocido antes. Ella es latina, de 59 años de edad, de la zona de Los Ángeles y nueva al trabajo de organizar para el medio ambiente. De hecho, originalmente ella vino al condado de Kern para realizar investigaciones etnográficas para un doctorado en gerontología.
Decidió quedarse porque vio una comunidad con una profunda necesidad de sanación y pensó que su experiencia podría ayudar a tener un impacto positivo. Se incorporó a una iglesia, empezó a andar con su perro, el Sr. Luna, cuando iba a leerle a niños de una escuela primaria y pasa la mayoría de su día desafiando una de las más poderosas industrias del planeta. Sin embargo, no es el tipo de persona que usaría un megáfono en la vanguardia de una protesta. Ella está más interesada en hacer conexiones en la comunidad que en irrumpir en ella. Ella no va a hacer ningún despliegue de pancartas en esta manifestación de la industria.
“Existe una idea realmente equivocada sobre lo que hacemos y lo que queremos”, dice Rosanna. “No pretendo quitarle el trabajo a nadie, les estoy pidiendo que hagan lo que hacen con más seguridad. Tienen el dinero para hacerlo, tienen la tecnología y los expertos”.
Localicé a Rosanna porque quiero entender qué es lo que está ocurriendo en el condado de Kern -el epicentro de la industria petrolera en California. El condado de Kern produce casi 75% del petróleo de California, pero la producción alcanzó su punto máximo en 1985- ha ido disminuyendo desde ese entonces. Pero la industria tiene un gran cheque en blanco que todavía está tratando de cobrar. Es del Esquisto de Monterey, una formación de roca que abarca 1.750 millas cuadradas del sur central de California y llega a 18.000 pies de profundidad en algunos lugares. Un informe del 2011 publicado por la U.S. Energy Information Agency (Agencia de Información sobre Energía de los EE.UU.) señaló que Monterey guardaba el depósito de petróleo de esquisto más grande en los Estados Unidos -una impresionante cantidad de 15,4 mil millones de barriles. La industria ha estado tratando de hacerse rica en la zona de Monterey por años y lo están intentando con cada truco que conocen, incluyendo el fracking.
Después de años de escribir sobre cómo es la fiebre del petróleo y del gas provocada por el fracking en lugares como Dakota del Norte, Colorado, Texas, Pennsylvania y Virginia del Oeste, he vuelto la atención a mi estado natal de California.
A estas alturas la mayoría de la gente ya ha escuchado hablar del fracking -abreviatura de “fracturación hidráulica”. La industria ha sido aplaudida por su uso del fracking, a menudo en combinación con la perforación horizontal, para aprovechar reservas “no convencionales” de petróleo y gas en el esquisto, estimulando así la producción doméstica. Y la industria también ha sido atacada porque el fracking es sucio y peligroso. Probablemente han visto los videos de las personas que prenden fuego al agua de sus grifos.
Lo que he visto más que nada en mis viajes a través del país son comunidades lidiando con los impactos del fracking, que cada vez aumentan más: la contaminación del aire, la contaminación del agua, derrames, accidentes, tráfico de camiones, aumentos repentinos de trabajadores transitorios, precios elevados sin medida para viviendas asequibles. La lista no tiene fin.
Ésta es la “maldición de los recursos”, donde la prosperidad es seguida por la quiebra. He pasado suficiente tiempo en los pueblos mineros de Virginia del Oeste para saber cómo termina todo esto décadas después. ¿Se encamina California hacia el mismo destino? Con la ayuda de Rosanna, yo quiero entender lo que está en peligro. El condado de Kern está situado encima de una posible mina de oro y si es saqueado por completo las consecuencias podrían tener un enorme efecto dominó, no solo a través del estado, sino también a lo largo de todo el país.
Encontrando a Lost Hills. Cuando Rosanna quiere estudiar la situación para entender bien a qué se está enfrentando, lo único que tiene que hacer es pararse en el acantilado del apropiadamente llamado Parque Panorámico, cerca de su hogar en Bakersfield. Abajo, extendiéndose por millas, está el campo petrolífero del Río Kern. De aquí se extrajeron los primeros sorbos de hidrocarbonos Pleistocenos y hoy son 10,000 acres apocalípticos de unidades de bombeo, tuberías y calderas -el tercer campo petrolífero más grande del estado-, ahora bajo el dominio de Chevron.
Un sendero para jogging y bicicletas serpentea inexplicablemente el borde del campo petrolífero y hay calles suburbanas que topan con su orilla. Es una yuxtaposición discordante pero también un recordatorio importante: la industria petrolera y la comunidad en el condado de Kern están íntimamente entrelazadas. Rosanna aprendió esto a las malas.
“Todavía existe aquí mucha de la mentalidad del viejo oeste”, dice Rosanna. “Mucha de su jerga se remonta a las balaceras de esos tiempos. Ahora se trata de ‘Perforar acá, perforarlo ya’”, dice ella, haciendo eco al grito de guerra que escuchamos en la manifestación a favor de la industria en Taft.
Cuando los aventureros de la fiebre del oro cambiaron su punto de mira del oro hacia el petróleo a fines del siglo XIX, descubrieron lo que los pueblos nativos habían sabido por miles de años -se puede encontrar petróleo (o sustancias parecidas al petróleo) que burbujean a la superficie en pozos o filtraciones de alquitrán. Aquí la naturaleza alardea sus riquezas. Se hundieron pozos para minar las fortunas que yacían por debajo y el condado de Kern se convirtió en uno de los productores de petróleo más grandes del país.
También es uno de los condados de gran producción agrícola y es parte del Valle de San Joaquín donde la agricultura es un imperio de US$40 mil millones por año. Pero en muchos sentidos, la vida acá es un tanto feudal. El Gran Petróleo y la Gran Agricultura son parte de una brecha de riqueza que se parece al Gran Cañón -una división incomprensible. Compañías de miles de millones de dólares operan en el condado, mientras que algunas comunidades tienen más del 40% de su población viviendo bajo la línea de pobreza -el doble del promedio estatal. Por todas las riquezas extraídas de la tierra y de su suelo, ésta todavía sigue siendo una de las partes más pobres del estado.
Esta realidad es lo que impulsa el trabajo de Esparza. A menudo pasa su tiempo entre las pequeñas comunidades agrícolas del valle -Shafter, Wasco, Lost Hills. La mayoría de las personas que viven en esos pueblos son hispanas o latinas, y son mayoritariamente trabajadores agrícolas. Ella se preocupa que estas comunidades ya están siendo aplastadas bajo el peso de las cargas de salud ambiental: el condado de Kern fue clasificado por tener la contaminación de aire más peligrosa en 2009 y tiene contaminación del agua potable en muchos lugares.
Tomemos, por ejemplo, a Lost Hills. Rosanna pasó cinco meses durante esta primavera y verano manejando 102 millas, ida y vuelta, dos veces por semana, desde su casa en Bakersfield hasta la pequeña comunidad de Lost Hills en el extremo oeste del valle. El pueblo no es más que un puñado de viviendas de bajos ingresos para trabajadores empleados por el gigante de la agroindustria, Paramount Farms (propiedad de la empresa Roll Global, valorada en US$3 mil millones).
Lost Hills también está situado a la par del campo petrolífero Lost Hills -y queda justo al lado de la Ruta 33, también conocida como la Carretera del Petróleo, un tramo de carretera que tiene media docena de grandes campos petrolíferos. Yo había manejado por la Carretera del Petróleo antes de conocer a Rosanna y había descartado la zona como un páramo polvoriento en las afueras del valle. No sabía que existía algo por ahí que no fuera parte de las maquinaciones de la industria. Resulta que ahí hay un par de miles de personas y no se encuentran con buena salud.
Las visitas de Rosanna a Lost Hills eran para recolectar encuestas de salud de los residentes y sus niños -el proyecto es una colaboración entre Clean Water Action, donde ella trabaja, y Earthworks.
“Les estamos preguntando cuáles han sido los impactos [de vivir cerca de un campo petrolífero]”, explica ella. “¿Cómo se sienten? ¿Cómo les está afectando sus vidas diarias? ¿Tienen condiciones crónicas existentes que se agravan debido a que viven en la comunidad?”.
Resulta que por lo menos 244 pozos han sido frackeados en el campo de Lost Hills, la mayoría de ellos en los últimos dos años. Algunas de las sustancias químicas comúnmente utilizadas en el fracking o son o posiblemente son carcinógenos humanos, y se desconocen totalmente los riesgos a la salud de otras tantas sustancias más. La práctica también produce millones de galones de aguas residuales tóxicas, que pueden contaminar las aguas superficiales, las aguas subterráneas, las fuentes alimenticias y descargar productos químicos dañinos al aire.
“Sabemos que las comunidades que se encuentran dentro de cinco millas de distancia de las perforaciones no convencionales son más propensas a experimentar dolores de cabeza, náusea, vómitos, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfermedades de los riñones,” dice Rosanna.
El Gran Petróleo dice que ellos no están poniendo en peligro a la comunidad, agrega Rosanna. “Estamos aprendiendo que eso no es de ninguna manera cierto”. Ella ha encontrado campos petrolíferos que lindan con el patio de una escuela primaria y canteras de aguas residuales que están situadas a solo unos tres pies de una calle pública. “Estas canteras eran del tipo que cuando uno se acerca a ellas, lo único que tiene que hacer es contar hasta 25 y empieza a sentir un centellante dolor de cabeza” a causa de los gases, dice Rosanna.
La mitad de los niños de edad escolar que ella entrevistó sufren de dolores de cabeza y hemorragias nasales. Algunos faltan a la escuela el 40% del tiempo. Y casi la mitad de los adultos tiene inhaladores.
Las condiciones en Lost Hills pueden ser brutales -para las personas que viven allí, y aquellas personas como Rosanna, que son lo suficientemente locas para visitar el lugar. En el verano, las temperaturas llegan a más de 115 grados y las tormentas de arena soplan tan fuerte que no se puede manejar.
Con estas tormentas, el viento no solo sopla arena, sino también productos químicos de los campos agrícolas y los campos petrolíferos vecinos. A estas alturas, es imposible saber si las personas en Lost Hills se están enfermando por los productos químicos de la agricultura o de la producción de petróleo -o por alguna combinación de ambos. “Temo por ellos -por su seguridad, por su salud y sus niños”, dice Rosanna. Pero el colaborador de Rosanna, Jhon Arbeláez de Earthworks también está tomando muestras de aire, tratando de ver si se puede encontrar la huella química en el aire que puede ayudarles a llegar a la fuente de los problemas de salud de las personas.
“Sería bueno tener más gente trabajando aquí”, me cuenta Rosanna, y suena exhausta de cinco meses de sol ardiente, de las tormentas de arena y de tomarle el pulso a un pueblo enfermo.
A Rosanna le decepciona no poder identificar el origen de los problemas de salud de los residentes. Pero es un empeño casi imposible y se hace aún más difícil por el hecho que las compañías de perforación de petróleo que utilizan el fracking ni siquiera tienen que dar cuentas públicas de todos los productos químicos que utilizan y son exentas de las principales leyes federales previstas para proteger la salud pública. No será, incluso, sino hasta julio de 2015 que en California se impongan regulaciones para el fracking.
Siempre me sorprende mucho que no se realicen más estudios por las agencias de salud y que, de hecho, no se exijan tales estudios antes de que se permita la perforación. Por todos los cientos de miles de pozos que han sido perforados y frackeados por todo el país, por todas las miles de comunidades que han sido impactadas, no se ha realizado ni una sola evaluación de salud exhaustiva. Jamás. ¿Qué es lo que tenemos miedo de encontrar?
Cuando Rosanna me cuenta sobre sus hallazgos en Lost Hills, pienso en una pareja que conozco en este momento en Virginia del Oeste que está vendiendo sus cabras, encontrando hogares para sus gatos y empacando el contenido de la casa que construyeron con sus propias manos. Desde que el fracking comenzó cerca de su casa, el agua que toman de su pozo les produce masas en sus cuellos.
No tienen manera de saber si el fracking es el culpable. Solo pueden sospechar. Han muerto repentinamente de cáncer suficientes vecinos en su pequeña comunidad de unas pocas docenas de personas para tener miedo de quedarse. Se van de ahí con la mayor tristeza en el corazón, pero se van con vida.
Muchas de las personas que viven en Lost Hills no tienen muchas otras opciones -tienen ingresos y movilidad laboral limitados. Me compadezco de su situación y admiro a Rosanna -ella podría estar en cualquier otro lado pero ha elegido estar allí. Para ser testigo. Para ayudar.
De rosas a las torres de perforación. Cuando Rosanna recién se mudó al condado de Kern, el olor era acogedor, familiar. Ella vino de Pasadena, hogar del Rose Bowl (Estadio de Rosas), al pequeño Wasco, donde se cultiva la mitad de las rosas del país.
O más bien se cultivaban, me dice ella. En solo seis años ella ha visto desaparecer muchos de los campos de rosas de Wasco. Rosanna me saca a buscar rosas pero más que nada vemos huertos de almendros y pistachos allanados para abrirle campo a las torres de perforación. Wasco es tierra de labranza cortada en cuadrados por calles anchas y chatas en forma cuadriculada.
Es similar a Shafter, solo ocho millas al sur. Ambos son pueblos agrícolas en medio del Valle de San Joaquín – el corazón agricultor del país. Por un siglo, el petróleo ha sido perforado en los costados al este y al oeste de este valle, pero en las últimas pocas décadas a medida que se intensifica la búsqueda del petróleo, los perforadores se han mudado a los pueblos de adentro -junto a hogares, granjas y escuelas.
El Campo Petrolífero Rose bajo Wasco y el Campo Petrolífero de Shafter del Norte bajo Shafter fueron descubiertos en los años 80, casi un siglo después de descubrirse la mayoría de los campos petrolíferos de California. Los perforadores parecen estar recuperando el tiempo perdido aquí. Y eso la mantiene ocupada a Rosanna.
Ella trata de mantenerse al tanto de las torres perforadoras en los campos y registrar si están haciendo fracking. A veces toma muestras de aire y registra quejas de los residentes. Aquí se han vertido ilegalmente aguas residuales en pozos sin revestimiento y hay mechurrios que queman gases tóxicos día y noche.
Por lo menos 30 pozos han sido frackeados recientemente en Wasco y más de 31 pozos han sido frackeados en el Campo Petrolífero de Shafter del Norte en los últimos dos años, algunos justo al lado de la Escuela Primaria Sequoia. Las torpes cabezas de caballo de las bombas petroleras blancas y rojas cabecean sobre los cultivos en los campos circundantes – más de 60 pozos activos rodean un perímetro de dos millas de la escuela.
“Mi hija comenzó con los dolores de cabeza cuando comenzaron el trabajo [en los pozos petroleros] por allá,” me dijo Rodrigo Romo, un residente de la zona, señalando a un pozo que actualmente se está operando, situado justo afuera del patio de recreo de la escuela.
Defendiendo la lucha. Rosanna y yo decidimos visitar la manifestación en pro de la industria petrolera en Taft por curiosidad. Unos meses antes ella había organizado una proyección comunitaria de la película Gasland 2 (Tierra de Gas 2) -un documental con postura crítica frente al auge del fracking. La industria se enteró y decidió llenar los asientos con sus miembros para interrumpir la proyección. Lo que se suponía que fuera un evento de educación pública se convirtió en una guerra territorial. Molesta, Rosanna les dijo a los trabajadores de la industria que hicieran su propio evento.
Aparentemente lo hicieron.
Ni Rosanna ni yo jamás hemos ido antes a una manifestación de la industria petrolera y tengo que admitir que fue un poco decepcionante. Había más zapatos de vestir que botas de trabajo. Más políticos estatales que mandaron sus clichés grabados en video desde Sacramento que trabajadores de los campos petrolíferos que se presentaron a dar discursos. Más que nada la gente bebía de agua embotellada, llenaba sus platos con gajos de fruta y trozos de queso y aplaudía amablemente.
Hubo algunos puños alzados en celebración y algunas burlas dirigidas a dueños de carros Prius. Rosanna trató de no aparentar ninguna pena. Y a cualquiera que cuestionara la seguridad del fracking se le descartaba como estúpido.
Rosanna lo observó todo desde el fondo del salón. Aplaudimos unas veces para no parecer demasiado obvias y nos escapamos tan pronto como se terminó la función. “Vámonos de acá antes de que vean mi coche,” bromeó ella.
Hubo una cosa que ambas no pudimos dejar de notar durante la manifestación. La industria parecía defensiva, en una situación desfavorable. Es posible que les haya afectado una noticia que había surgido unos meses antes. En marzo la EIA modificó sus predicciones iniciales tan halagüeñas sobre las fortunas que subyacen en el condado de Kern. La cantidad de petróleo que se presume recuperable en el Esquisto de Monterey fue cortado por un sorprendente 96% -de 15,4 mil millones de barriles a unos pocos 600 millones de barriles.
Si la formación de Monterey u otra no producen pronto una gran recompensa, la producción de petróleo aquí seguirá disminuyendo y eso probablemente le da el susto de vida a la industria. Como también lo hace la presión de los organizadores como Rosanna que les exigen que se hagan responsables. Son rápidos para silenciar a cualquiera que haga preguntas, que exprese preocupaciones.
Esto va en contra de cómo fue criada Rosanna y la pone molesta. Ella cree que todos deben tener una voz -y todas las voces deben ser escuchadas. Su papá fue criado por dos hermanas cuáqueras. “No se encuentran muchos chicanos cuáqueros,” se ríe. “Simplemente no es eso lo que hacemos”.
Pero Rosanna y sus hermanos crecieron yendo a reuniones cuáqueras en Pasadena. “Aprendimos mucho sobre cómo se hacen las cosas en grupo, con consenso, con un principio de guía”, explicó ella. “Aun de niño uno tiene voz. Es probablemente el comienzo de cómo llegué a ser la persona que soy hoy en día. Todos deben tener su voz”.
Éste es el mejor antídoto que he visto a la cultura del silencio y la falta de transparencia que la industria trae a sus operaciones. La industria petrolera ha demostrado su fuerza en Sacramento -se encontró que los senadores estatales que votaron en contra del reciente moratorio contra el fracking recibieron 14 veces más dinero de la industria del petróleo y del gas que los que estuvieron a favor del moratorio. La lucha de Rosanna para poder tener un impacto positivo aquí no se trata de quién alza más la voz, sino de cuántas voces se unen a la conversación. La industria petrolera tiene la ventaja -el dinero y los amigos en altos cargos-, pero al final puede que no sean los poderosos sino los muchos los que ganen en el condado de Kern.
Autor: Peter Schurmann.
New America Media
Ecologista latina trae la lucha contra el fracking al 'epicentro' de la industria petrolera en California
Reviewed by luis
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11/22/2014
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