El desplome del petróleo

Después de que el jueves la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) no alcanzara un acuerdo para reducir la producción y controlar los precios, el crudo de Texas (WTI, de referencia en Estados Unidos y Colombia) cerró ayer a 66,15 dólares el barril, lo que representó una caída del 10,23 % en un solo día y un acumulado de -35 % en los últimos cinco meses, síntoma de que la anhelada estabilización del precio puede estar todavía lejana, mientras los gobiernos y los ministros de finanzas de los países que dependen del combustible, padecen la angustia de la incertidumbre por el futuro de sus presupuestos. Las razones de la Opep para no tomar cartas en esta situación tal vez nunca se conozcan a ciencia cierta y nos tengamos que conformar con la especulación de los expertos en materia energética, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que la situación va a tener una repercusión política importante en nuestro vecindario, donde Venezuela se erige como el país más afectado.

La caída en el precio, que en la última semana fue de -13,54 %, (10,36 dólares menos que el viernes 21 de noviembre) tiene su origen en el hecho de que la producción de petróleo supera la demanda de los usuarios, un escenario radicalmente opuesto al del primer semestre, cuando las tensiones internacionales lo situaron por encima de los 100 dólares el barril. Una situación propia de los mercados, de no ser por el valor que tiene el crudo como determinador de la política económica de varios países, especialmente en el Medio Oriente, Rusia y los Estados Unidos. Es así como la crisis actual hace especular a los analistas con un plan de Arabia Saudí para desestabilizar la economía de Irán, o de una operación para hacer inviables financieramente las inversiones norteamericanas en proyectos de explotación no convencional. E incluso, Nicolás Maduro, el presidente de  Venezuela, se atreve a asegurar que todo se trata de  un complot internacional para acabar con la “revolución bolivariana”.

En la práctica, los efectos de la crisis son evidentes en términos macroeconómicos. Para el caso de Colombia, por ejemplo, el presupuesto de la nación se hace calculando los ingresos de Ecopetrol con un barril a diez o quince dólares por debajo del precio promedio internacional. Cuando el precio se ubica por debajo de tal previsión, el presupuesto entra en un déficit que se va haciendo más o menos pronunciado según la diferencia entre el precio real y el presupuestado.

La ecuación funciona igual para todos los países productores; de ahí que miremos con especial preocupación el caso venezolano, cuya economía depende de la exportación petrolera en un 96 %, según datos del Banco Central de Venezuela en 2012. A la baja de los precios, que está generando un creciente déficit, el gobierno de Nicolás Maduro respondió ayer que no reducirá sus programas sociales, lo que hace pensar que tendría que tomar otras medidas para afrontar la situación, como aumentar el precio de la gasolina, algo bastante impopular en vísperas de un año con elecciones parlamentarias; privatizar entidades estatales, lo que va en contra del discurso “revolucionario”, o recortar el envío de crudo subsidiado a países amigos. Y para paliar el efecto impopular de cualquiera de las medidas, crear una o varias cortinas de humo para sostenerse en el poder, escenario en el que la oposición y los colombianos seguramente estamos en primera fila.

Muy diferente es el escenario para los Estados Unidos, al que la crisis de los precios del petróleo le ha llegado en una época particularmente sensible, como es el invierno. Si bien el menor precio de la producción de la Opep hace que el petróleo de esquisto que se produce en ese país sea menos atractivo en los mercados, para el consumidor interno norteamericano, tanto en Estados Unidos como en Canadá, es el mejor escenario, pues el consumo de los derivados del petróleo sube en los hogares para poner en operación las calefacciones, mientras la gasolina efectivamente baja conforme a la realidad del mercado internacional. La economía se dinamiza y su moneda se fortalece, como es evidente en Colombia y en Europa. Si Arabia Saudí y Kuwait apuestan por “contener la respiración” con un barril a bajo precio para cortar el paso a la producción norteamericana, el ciudadano estadounidense respira aliviado por estos días, lo que puede generar réditos políticos, que tampoco son despreciables.

Entre tanto en Colombia, la sensación es agridulce pues, como ya lo dijimos líneas arriba, el déficit presupuestal crece conforme el precio del barril baja, aunque la devaluación del peso ha servido como colchón a la caída. La crisis de precios tiene a los ciudadanos de a pie esperando que el precio de la gasolina baje, mientras el Gobierno, como ya lo ha hecho en el pasado, se excusa en una compleja fórmula para sacarle el cuerpo a una rebaja. Sería coherente, dentro de las medidas a tomar, que así como se toma como referencia el precio internacional para justificar el alza en el precio de la gasolina, se tomara como referencia cuando el precio baja. Sin embargo, hay atenuantes en los demás renglones de la economía que, gracias a la devaluación, pueden generar mayores ingresos. Tiene el Ministerio de Hacienda la misión de administrar bien los recursos para que el impacto de la crisis sea el menor posible.

Fuente: elmundo.com

El desplome del petróleo El desplome del petróleo Reviewed by luis on 11/29/2014 Rating: 5

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