UCV: #NoAlaIntervención @DoubleplusUT
La Universidad de Caracas se creó en 1721. Cuente y verá que es anterior a la República. El carácter autonómico que le dio el propio Bolívar cuando en 1827 diseñó sus nuevos estatutos como «Universidad Central de Venezuela» no pudo ser mejor pensado. La Universidad es institución de instituciones y es más, precisamente porque expresa el propio espíritu de la nación venezolana a partir de un valor central: la autonomía. Examinemos su conexión con la democracia, ambas instituciones amenazadas por el régimen chavista, no por casualidad.
Entendemos la democracia como el régimen de la reflexión colectiva y libre. ¿Qué otra cosa puede ser? Hay que reconocer que requiere hombres y mujeres con ciertas «cualidades»; así pues necesita sujetos reflexivos, deliberativos y libres. Luce obvio. Sin embargo, tales facultades son realmente el resultado muy complejo y difícil de una «educación democrática». No cometamos el error de creer que son espontáneas o naturales o que la economía las garantiza. No es así; sino que devienen de un esfuerzo individual y colectivo intenso y continuo.
Pues bien, toda esta composición de sentido se hace imposible sin una educación autónoma. ¿Por qué? Porque los seres humanos también pueden ser rebaño de ovejas –es el sueño de todo dictador, ¿no?– y la diferencia está en la educación, ese proceso que en momentos de peligro, como hoy en Venezuela, hay que reivindicar. Ahora bien, ¿cómo se produce una educación democrática? Respuesta corta: con instituciones democráticas, atmósferas donde se amplíe al máximo la participación de la gente en los asuntos de todos.
Esas instituciones no son solamente sus Universidades Autónomas, claro, pero en ellas reside de origen el magma de significaciones imaginarias que impregnan a toda la nación y sus actos instituyentes; ella misma, forjando valores intergeneracionales, promueve la democracia y consolida la vida política de la comunidad política libre. Miremos su actuación en el sXX venezolano. No sólo en 1928 y 1958, sino antes y después, la Universidad y su comunidad autónoma han asumido su papel histórico. No es diferente hoy.
El régimen sabe que para dominar la sociedad hay que controlar la educación; por eso es enemigo de la autonomía universitaria y con ese fin incluso inventó establecimientos paralelos que «cree» someter a su discurso. Se equivoca. Su ignorancia y soberbia se alían día a día para que fracase también allí, porque la autonomía es un elemento ineliminable del conocimiento: comienza por reclamarse para uso científico pero es inevitable que se amplíe hasta la política y el proyecto de autonomía social. Ahí está la Universidad Central de Venezuela, desde 1721, y sus hermanas autónomas, para recordárselo; a estos y, cuando haga falta, a quienes vendrán después.
Miguel Aponte
Profesor en la Universidad Central de Venezuela
@DoubleplusUT
En la Web:
Entendemos la democracia como el régimen de la reflexión colectiva y libre. ¿Qué otra cosa puede ser? Hay que reconocer que requiere hombres y mujeres con ciertas «cualidades»; así pues necesita sujetos reflexivos, deliberativos y libres. Luce obvio. Sin embargo, tales facultades son realmente el resultado muy complejo y difícil de una «educación democrática». No cometamos el error de creer que son espontáneas o naturales o que la economía las garantiza. No es así; sino que devienen de un esfuerzo individual y colectivo intenso y continuo.
Pues bien, toda esta composición de sentido se hace imposible sin una educación autónoma. ¿Por qué? Porque los seres humanos también pueden ser rebaño de ovejas –es el sueño de todo dictador, ¿no?– y la diferencia está en la educación, ese proceso que en momentos de peligro, como hoy en Venezuela, hay que reivindicar. Ahora bien, ¿cómo se produce una educación democrática? Respuesta corta: con instituciones democráticas, atmósferas donde se amplíe al máximo la participación de la gente en los asuntos de todos.
Esas instituciones no son solamente sus Universidades Autónomas, claro, pero en ellas reside de origen el magma de significaciones imaginarias que impregnan a toda la nación y sus actos instituyentes; ella misma, forjando valores intergeneracionales, promueve la democracia y consolida la vida política de la comunidad política libre. Miremos su actuación en el sXX venezolano. No sólo en 1928 y 1958, sino antes y después, la Universidad y su comunidad autónoma han asumido su papel histórico. No es diferente hoy.
El régimen sabe que para dominar la sociedad hay que controlar la educación; por eso es enemigo de la autonomía universitaria y con ese fin incluso inventó establecimientos paralelos que «cree» someter a su discurso. Se equivoca. Su ignorancia y soberbia se alían día a día para que fracase también allí, porque la autonomía es un elemento ineliminable del conocimiento: comienza por reclamarse para uso científico pero es inevitable que se amplíe hasta la política y el proyecto de autonomía social. Ahí está la Universidad Central de Venezuela, desde 1721, y sus hermanas autónomas, para recordárselo; a estos y, cuando haga falta, a quienes vendrán después.
Miguel Aponte
Profesor en la Universidad Central de Venezuela
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Reviewed by luis
on
11/09/2015
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