La deuda del chavismo con el jefe de la diplomacia de Trump
Rex Tillerson tiene un viejo agravio con el Gobierno chavista de Venezuela. Es posible que, de ser confirmado por el Senado para el puesto de secretario de Estado al que le promueve Donald Trump, Tillerson deje de lado cualquier ajuste de cuentas derivado de su cargo de presidente ejecutivo de ExxonMobil. Pero también puede ocurrir lo contrario, que trate con severidad a un régimen con el que ha mantenido un largo pulso en los tribunales, algo que ha vivido de modo muy personal.
Tillerson llegó a presidente y consejero delegado de ExxonMobil, la mayor petrolera de Estados Unidos y una de las principales compañías del mundo, en enero de 2006. Al año siguiente tuvo su primera prueba internacional de importancia: Hugo Chávez obligó a las empresas extranjeras presentes en el sector petrolero de Venezuela a quedar como socios minoritarios en empresas mixtas dirigidas por PDVSA, la petrolera estatal venezolana.
Hubo algunas compañías que aceptaron, porque marcharse era perder todas las inversiones realizadas y la maquinaria instalada en los pozos. ExxonMobil, que llevaba décadas operando en el país y tenía intereses en los campos de Cerro Negro y La Ceiba, rechazó lo que en el fondo era una nacionalización y plantó cara a Chávez en los tribunales internacionales. Otra compañía estadounidense, ConocoPhillips, hizo lo mismo; en cambio Chevron, que curiosamente siempre ha mantenido unas excelentes relaciones con el chavismo, optó por profundizar esa vinculación.
En 2014, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones falló a favor de ExxonMobil, pero el arbitraje de ese organismo dependiente del Banco Mundial fijó una compensación de solo 1.600 millones de dólares, una décima parte de lo que reclamaba el gigante del petróleo. La decisión fue cuestionada por Venezuela, por lo que este país aún no ha satisfecho esa cantidad.
Un asunto personal
Todo ese pleito fue una amarga experiencia para Tillerson. Buscó la confrontación directa con Chávez, pero a la larga el resultado no benefició a la compañía. «Se lo tomó de modo muy personal con Chávez, y cayó completamente en la trampa», ha declarado al «New York Times» Ghassan Dagher, un consultor de la industria petrolera venezolana. Esa lección le llevaría después a ser más acomodaticio en sus negociaciones con Vladimir Putin. «No vamos a cometer el mismo error, se dijeron en Exxon, y por eso son tan cercanos a Putin», dice Dagher.
La experiencia, pues, tanto podría llevar a una diplomacia estadounidense de no confrontación directa con el decadente chavismo, siguiendo el modelo aplicado con Rusia, como a un deseo de pasar factura por el viejo agravio.
Motivos para las rencillas entre el Gobierno venezolano y ExxonMobil, en cualquier caso, sigue habiendo. La petrolera está realizando prospecciones en aguas profundas de Guyana, país vecino con el que Venezuela mantiene un antiguo litigio. Caracas considera que su territorio nacional debiera llegar hasta el río Esequibo, con lo que reclama como propios dos tercios de Guyana. Aunque las exitosas prospecciones de ExxonMobil han tenido lugar de momento en aguas no cuestionadas, la entera concesión (el bloque Stabroek) sí que afecta al litigio.
En 2012, el Servicio Geológico de Estados Unidos estimó que Guyana, antigua colonia británica, tenía la segunda bolsa más atractiva del mundo por explotar, con un potencial de 15.200 millones de barriles de petróleo. De esas reservas, ExxonMobil ha localizado lo que podría ser una bolsa de hasta 1.400 millones de barriles y el próximo año podría comenzar a extraer crudo.
En vista de esos descubrimientos, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, aprobó un decreto en mayo de 2015 para establecer una zona de defensa en el espacio marítimo que corresponde a la franja de Guyana reclamada por Venezuela. Las quejas del país vecino obligaron a Maduro a suspender la medida.
A la espera de que el nuevo presidente estadounidense establezca las líneas para la política exterior de su Administración, queda claro que el Departamento de Estado pasará de estar dirigido por alguien que los chavistas podían invocar inicialmente como un antiguo amigo a estar encabezado por un viejo rival. John Kerry no ha sido ningún aliado de Maduro, pero el senador de Massachusetts formó parte del llamado Grupo de Boston, una iniciativa que tras el fallido golpe contra Chávez de 2002 intentó un acercamiento entre Gobierno y oposición, con la mediación de congresistas republicanos y demócratas de EE.UU.
El papel de PDVSA
De ese grupo salieron precisamente algunos de los congresistas de izquierda que más lobby hicieron en Washington en favor de Chávez, en muchos casos a cambio de combustible de PDVSA a bajo precio para la calefacción de sectores vulnerables de sus circunscripciones electorales.
La política en relación a Venezuela puede enmarcarse en un plan más general para Latinoamérica, región que Tillerson conoce bien, aunque a través del cristal negro del petróleo. Exxon Mobil tiene pozos de extracción de petróleo y gas en México, Argentina, Colombia, Brasil y Uruguay. En el caso de los dos últimos países se trata de plataformas en aguas profundas, mientras que la operación en Argentina, en la zona de Vaca Muerta, se dedica a la extracción no convencional del «fracking»; de esos países, es donde cuenta con mayor número de empleados, 1.600. En el capítulo de refinación también tiene actividad en Guatemala y varias islas del Caribe.
En las cuentas de la compañía, el mayor volumen de negocio corresponde al continente americano, con especial peso de Estados Unidos y luego Canadá, pero con una notable contribución de los países latinoamericanos donde está presente.
Fuente: Emili J Blasco
Tillerson llegó a presidente y consejero delegado de ExxonMobil, la mayor petrolera de Estados Unidos y una de las principales compañías del mundo, en enero de 2006. Al año siguiente tuvo su primera prueba internacional de importancia: Hugo Chávez obligó a las empresas extranjeras presentes en el sector petrolero de Venezuela a quedar como socios minoritarios en empresas mixtas dirigidas por PDVSA, la petrolera estatal venezolana.
Hubo algunas compañías que aceptaron, porque marcharse era perder todas las inversiones realizadas y la maquinaria instalada en los pozos. ExxonMobil, que llevaba décadas operando en el país y tenía intereses en los campos de Cerro Negro y La Ceiba, rechazó lo que en el fondo era una nacionalización y plantó cara a Chávez en los tribunales internacionales. Otra compañía estadounidense, ConocoPhillips, hizo lo mismo; en cambio Chevron, que curiosamente siempre ha mantenido unas excelentes relaciones con el chavismo, optó por profundizar esa vinculación.
En 2014, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones falló a favor de ExxonMobil, pero el arbitraje de ese organismo dependiente del Banco Mundial fijó una compensación de solo 1.600 millones de dólares, una décima parte de lo que reclamaba el gigante del petróleo. La decisión fue cuestionada por Venezuela, por lo que este país aún no ha satisfecho esa cantidad.
Un asunto personal
Todo ese pleito fue una amarga experiencia para Tillerson. Buscó la confrontación directa con Chávez, pero a la larga el resultado no benefició a la compañía. «Se lo tomó de modo muy personal con Chávez, y cayó completamente en la trampa», ha declarado al «New York Times» Ghassan Dagher, un consultor de la industria petrolera venezolana. Esa lección le llevaría después a ser más acomodaticio en sus negociaciones con Vladimir Putin. «No vamos a cometer el mismo error, se dijeron en Exxon, y por eso son tan cercanos a Putin», dice Dagher.
La experiencia, pues, tanto podría llevar a una diplomacia estadounidense de no confrontación directa con el decadente chavismo, siguiendo el modelo aplicado con Rusia, como a un deseo de pasar factura por el viejo agravio.
Motivos para las rencillas entre el Gobierno venezolano y ExxonMobil, en cualquier caso, sigue habiendo. La petrolera está realizando prospecciones en aguas profundas de Guyana, país vecino con el que Venezuela mantiene un antiguo litigio. Caracas considera que su territorio nacional debiera llegar hasta el río Esequibo, con lo que reclama como propios dos tercios de Guyana. Aunque las exitosas prospecciones de ExxonMobil han tenido lugar de momento en aguas no cuestionadas, la entera concesión (el bloque Stabroek) sí que afecta al litigio.
En 2012, el Servicio Geológico de Estados Unidos estimó que Guyana, antigua colonia británica, tenía la segunda bolsa más atractiva del mundo por explotar, con un potencial de 15.200 millones de barriles de petróleo. De esas reservas, ExxonMobil ha localizado lo que podría ser una bolsa de hasta 1.400 millones de barriles y el próximo año podría comenzar a extraer crudo.
En vista de esos descubrimientos, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, aprobó un decreto en mayo de 2015 para establecer una zona de defensa en el espacio marítimo que corresponde a la franja de Guyana reclamada por Venezuela. Las quejas del país vecino obligaron a Maduro a suspender la medida.
A la espera de que el nuevo presidente estadounidense establezca las líneas para la política exterior de su Administración, queda claro que el Departamento de Estado pasará de estar dirigido por alguien que los chavistas podían invocar inicialmente como un antiguo amigo a estar encabezado por un viejo rival. John Kerry no ha sido ningún aliado de Maduro, pero el senador de Massachusetts formó parte del llamado Grupo de Boston, una iniciativa que tras el fallido golpe contra Chávez de 2002 intentó un acercamiento entre Gobierno y oposición, con la mediación de congresistas republicanos y demócratas de EE.UU.
El papel de PDVSA
De ese grupo salieron precisamente algunos de los congresistas de izquierda que más lobby hicieron en Washington en favor de Chávez, en muchos casos a cambio de combustible de PDVSA a bajo precio para la calefacción de sectores vulnerables de sus circunscripciones electorales.
La política en relación a Venezuela puede enmarcarse en un plan más general para Latinoamérica, región que Tillerson conoce bien, aunque a través del cristal negro del petróleo. Exxon Mobil tiene pozos de extracción de petróleo y gas en México, Argentina, Colombia, Brasil y Uruguay. En el caso de los dos últimos países se trata de plataformas en aguas profundas, mientras que la operación en Argentina, en la zona de Vaca Muerta, se dedica a la extracción no convencional del «fracking»; de esos países, es donde cuenta con mayor número de empleados, 1.600. En el capítulo de refinación también tiene actividad en Guatemala y varias islas del Caribe.
En las cuentas de la compañía, el mayor volumen de negocio corresponde al continente americano, con especial peso de Estados Unidos y luego Canadá, pero con una notable contribución de los países latinoamericanos donde está presente.
Fuente: Emili J Blasco
La deuda del chavismo con el jefe de la diplomacia de Trump
Reviewed by Anónimo
on
12/25/2016
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